viernes, 27 de abril de 2018

LA FISIO

"Buenas noches" "Benas noches" "Ha tardado usted en contestar" "Aun no era la media noche" "Por dos minutos" "Por dos minutos aun no era la media noche. Su cita era a medianoche" "Sí a las doce. Ya me insistió su secretario" "Entonces está usted hablando de mas" "Pero si la cita es a media noche y usted está ahí, ¿Qué le costaba dejarme pasar? Seguro que tiene una sala de espera mucho más confortable que esta noche tormentosa. Me he calado. Mi contractura me está matando" "Yo pongo las normas" "Pero yo le pago" "Aun no ha pagado nada. Está a tiempo de marcharse" "No se enfade. Estoy nervioso. Llevo varios días sin dormir bien por culpa de mi contractura" "¿Entonces va a entrar?" ""Me gustaría. Me han dicho que usted es la mejor. Aunque no es muy popular" "Admito a  pocos clientes. Sólo casos desesperados" "Lo sé. También sé que en esos no ha fallado nunca" "Me halaga que se haya informado tan bien" "No sabe el año que llevo" "Esos dolores de la espalda alta entre ambas escápulas son muy molestos, sobre todo cuando se sienta y escribe al ordenador" "Exacto. ¿Y usted como lo sabe? No recuerdo haberselo contado" "Hace demasidas preguntas" "¿NO v a encender la luz?" "La luz dispersa la energía. TRabajo en la oscuridad, centrado en el lugar del problema. Es mejor sin luz. Acuéstese ahí" "¿Eso son cañas?" "Cañas secas sí" "¿Me quito algo?" "Todo" "Es en la espalda" "Cuando digo todo, me refiero a absolutamente todo. Me está cansando" "Adonde va. No me deje solo. ESto está muy oscuro. Hay cosas que se mueven a mi alrededor. Vuelva por favor" La puerta que se había cerrado se volvió a abrir. Un candil con una luz tenue que oscilaba con una respiración estertorosa oculta bajo un velo negro. El resto del cuerpo desnudo, una piel blanca, unas hechuras delgadas con arrugas resecas por cada rincón. Blanca o traslúcida. Caminando lento, pausado con la espalda mucho más recta que los ochenta, noventa o cien años que podía tener. Se puso al lado de él. Se encaramó en un taburete y se sentó encima de su espalda a la altura de la cintura. Dejó el candil a la derecha se cuerpo a la altura exacta de la contractura. Estaba espantado sintiendo el sexo reseco de la anciana sobre su espalda. Giró la cabeza y trató de hablar pero la mano sarmentosa con uñas largas le sujetó y le clavó el rostro contra el lecho de cañas. Podría haberlo asfixiado. Lo habría hecho si no hubiese sentido su derrota y humillación. La oyó chistar junto a su oreja.mientras soplaba sintió la salivilla  salpicar su oreja. Y comenzó el masaje. Intenso sobre las fibras musculares que formaban un nudo entre la escápula y la columna. Cada vez más intenso. Masaje. Masaje. Dolor. Y las uñas se clavaban en la piel. Fue a quejarse y la abuela le chistó . Quizo moverse y con la otra mano le clavó las uñas en el cuello perforó la piel y el hueso y llegó a la médula. Dejó de sentir del cuello hacia abajo. Con el reflejo de un relámpago en la ventana pudo ver los dedos de la mano izquierda de la anciana clavados en su cuerpo, urgando en su carne, Buscando algo dentro de su cuerpo. Sin dolor, sentía curiosidad, curiosidad por no sentirse morir con una mano completa retorciendo las víceras de su cuerpo, sin tos, sin vómitos de sangre, sin un solo estertor. Y de repente un quejido , un grito muy agudo como de un gato pero de un timbre mucho más desagradable. Un grito penetrante que le dolió más que la penetración de las uñas en su carne. Un nuevo rayo iluminó los ojos verde esmeralda de dos critauras del tamaño de un gato, pero de rostros horribles y dorsos alados con membranas. Las criaturas huyeron. Las manos de la vieja salieron de su cuerpo. La piel se cerró a su paso. Empezó a sentir las piernas. La anciana cayó vencida y se tumbó en su dorso. Esperó seis horas a que despertara. Ya no sentía dolor de espalda. La mujer despertó, se levantó, se vistió, caminó arrastando los pies hacia el cuarto por donde había salido. Sin dolor le preguntó " No me duele. ¿Qué le debo?" "La voluntad. Era más grave de lo que parecía". Volvió a casa con las primertas luces del sol ya sin dolor.

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