viernes, 9 de marzo de 2018

ETIQUETAS

De repente decidieron que par amejorar la seguridad de los pacientes, los datos de filiación no debían ser manuscritos. En menos de 24 horas todo el hospital se llenó de folios con etiquetas. Aquel sistema no era práctico. Pocas veces se atinaba de primeras en la posición o en el sentido del folio. En menos de un mes aparecieron junto a las impresoras, otras impresoras de etiquetas de rodillo adhesivo. en el hospital sin papeles, toneladas de etiquetas de tamaño folio quedaron abandonadas a su suerte. Cuando llegaban las últimas etiquetas del rodillo, aparecía una línea roja en el papel que las soportaba. En todas y cada una la misma marca. Insignificante. Rutinaria. Tediosa. Una señal. Y a las señales hay quien les hace caso y hay quien no. Juan les hizo caso. Sin saberlo. Sin mucha fe. sin ninguna fe y mucha chufla. Entro en la administración de lotería. Acababa de salir de trabajr del hospital. Pensó en qué números poner para relenar los cudritos de una primitiva. CErró los ojos., buscó fechas de nacimiento, onomásticas, aniversarios y le vino entre ceja y ceja la última eetiqueta del rollo. NO recordaba bien los números pero sí algunos. los oclocó  y el resto se los inventó. dos días después comprobó qu elos cuatro números que había colocado segun el recuerdo de la etiqueta habían sido un acierto. Un premio modesto. Una casualidad afortunada o.. un descubrimiento imprescindible. ¿Qué podía perder?. Empesó a entrar a cada ssla de endoscopias atento a los cartuchos que estaban proximos a agotarse. Tardó una semana en conseguir otro. Consiguió escatimar la última etiqueta. Así no tnedría que confiar a su memoria los números del siguiente sorteo. A veces se sentía ridículo. víctima de una casualidad como el burro de la flauta en la fábula. Una vez y se había obsesionado. Pero ¿qué perdía? El tiempo. Y el tiempo en su trabajo le sobraba.Copió los números de la etiqueta en las notas del móvil. Las manos le temblaban  mientras plasmaba en los recuadros los números de la historia del paciente. Justo. A esperar. En la radio escuchó que un bote de una lotería había tocado en su ciudad. Bajó. Miró a su alrededor que no hubiese nadie. Pasó el código de barras del boleto por debajo de la línea infrarroja. Una cantidad de siete cifras. Lo retiró de la pequeña pantalla con temor a que en algún lugar saltase una alarma que lo descubriese. Millonario. Su sueño se había cumplido, con creces, sobradamente. Pero necesitaba el sigilo. Lo había ensayado todo desde hací aaños. Un año de silencio, de pequeños lujos que no levantasen sospecha, después a disfrutar de lor réditos de la suerte. Con qué tranquilida veía ahora llegar el fin de mes. Pero por qué conformarse. Y si encada rodillo había un m undo de posibilidades. ¿ Por qué no podría ser así? Localizó veinte maquinas de etiquetas. Aprovechando una guardia colocó cámaras para espiar desde elmóvil cuando llegaba la última etiqueta. En los iguientes tres meses obtuvo otros diez grandes premios. En cada uno obró con el mismo sigilo. El cobró lo llevó cada uno en un banco distinto. En diez meses adiós al trabajo . Hola a la gran vida. cuando faltaban do semanas para el plazo de su salida del silencio, le llegó una carta con acuse de recibo. Hacienda lo citaba a una comparecencia cuarenta y ocho horas después. Llegó solo a la comparecencia. El inspector le felicitó por la enorme suerte de conseguir una docena de premios enormes de distintas loterías. Juan le agradeció el cumplido. No comprendió cuando el inspector malencarado se interesó por el lugar del que un don nadie como él sacaba ingentes cantidades de dinero negro. No entendio la pregunta. Peero cuando se la volvio a repetir la entendió perfectamente. Se rió. A carcajdas. Dijo que no se lo iban a creer. Le dijeron que de hecho por eso estaba ahí , porque no se lo creían. Era estadisticamente imposible su suerte. Vio que se lo decía tranquilo y serio y eso sí que lo asustó. No se lo van a creer. Inténtelo. Entonces les contó lo de las etiquetas. No había escuchado una cosa igual, pero tiene conservar usted las etiquetas. No. no las conservo. Y prentedera que me crea el cuento. Es la verdad. Invéntese otra verdad o colabore. No pudo colaborar. y le condenaron a seis años de carcel y le decomisron todo el dinero.
Semanas después varios inspectores y subinspectores de hacienda se interesaron por la sale de endoscopias y sus últimas etiquetas. Cada uno obtuvo un premio. Pidieron excedencia y viven en paraisos fiscales de donde no pueden ser deportados.

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