miércoles, 13 de diciembre de 2017

LA MANCHA DE ACEITE

El mando a distancia del garaje volvió a fallar. Hacía frío. Buscó en el departametno lateral de la puerta la llave de contacto. La introdujo. Pasó de nuevo al coche. Un chasquido y la puerta se fue abriendo poco a poco. Volvió a arrancar y bajó la rampa de dos tramos que la aterrorizó al principio de tener la casa. Un tramo de culo y metió el coche en su plaza. Entre su plaza de garaje y la puerta de aluminio que daba acceso al ascensor había seis metros. Un golpe de mirada le mostró una mancha de aceite en el suelo a mitad del trayecto. La luz del garaje se apagó mientras ella agrupaba sus enseres, lapiz de labios, clínex, pinturas de emergencias ... Todo. Salió del coche. Sólo veía los pilotos que guiaban el paso en la oscuridad. Se acercó al pilar más cercano. En su superficie un interruptor. Pulsó y la luz de fluorescentes llenó todo el espacio. Cogió la bolsa que había dejado en el suelo para pulsar. Miró al suelo, miró la puerta que daba acceso al ascensor. La mancha de aceiteya no era redonda sino que ocupaba todo el arco que podía ser su trayectoria. Pisar una mancha de aceite con unos zapatos de tacón de aguja amarillo claro es arriesgado, por el riesgo de caída y por el riesgo de estropear quien sabe si  definitivamente los zapatos. Si rodeaba el coche por detrás , caminaba junto a la pared trasera y después por la lateral hasta el final ,accedería por el aldo contrario a la entrada. Esa era la solución.La luz se fue de nuevo. No había dado un solo paso. Se giró. El piloto naranja estaba de nuevo allí. Dejó la bolsa en el suelo. Estiró el índice. Pulsó. Escuchó el mecanismo que contaba el tiempo hasta una nueva oscuridad. y la luz se hizo. Miró al suelo. La mancha había llegado a la pared. No sólo eso, desde ella  se había extendido hacia el pilar y llegaba a rozar la bolsa que había dejado en el suelo. Bajó la mano para cogerla, pero cuando vió el contacto con la mancha abrió la palma y la dejó allí. Se incorporó. Lo que al principio fue un círculo, era ahora una especie  de ge mayúscula enorme con ella en el centro y una pequeña salida en la zona abierta. No había avanzado nada, nada desde que salió del coche. No había avanzado y además había perdido la bolsa que había quedado en contacto con el rizo de la G. El móvil. En el bolso. Lo iba a llamar. Si estaba en casa podría bajar y ayudarla. La luz se fue. Encendió la pantalla. Marcó el número secreto. La pequeña esfera de luz exageró la oscuridad del espacio alrdedor. No había cobertura. El rincón donde la mancha la había dirigido no tenía cobertura. Apagó. En un instante volvió el silencio. Poco después pudo volver a ver, desaparecido el reflejo de una luminosidad tan efímera. El piloto de la luz. Segiró y rozó la bolsa en el suelo Sintió un escalofrío. Apartó el zapato. Caminaba de puntillas. Evitaba al máximo el roce con el suelo con la sustancia viscosa. Extendió la mano de nuevo. Encendió la luz. La G se estaba cerrando aunque como cada vez que había encendido la luz, cada vez que había oido el tac tac del temporizador, la macha del suelo aparecía en silencio inmóvil. Sin luz. Otra vez sin luz. Estiró la mano. Elnuevo cierre la había alejado lo suficiente como para no llegar al interruptor. La bolsa quedaba enmedio. Supo que tenía que pensar. Organizar los arrestos que le quedaban y buscar una solución. Engullida por una mancha oleosa en el suelo.Quien sabe si reducida a otra mancha similar, a casi una sombra en un garaje a oscuras. Relax.Respiración. Su cartera. De piel. La cartera anhelada que encargó a distancia, que le proporcionó tanto placer descubrirla, la cartera que era su fetiche en los asuntos de trabajo y personales. En el suelo. Sobre el aceite, perdida, irreparablemente perdida, pisarla y saltar con los zapatos de tacón amarillos en la mano hasta el escalón que daba acceso al descansillo del ascensor. Dejó la cartera en el suelo. Sintió como si fuese en su propoa piel el aceite recorrer la piel delicada, sintió cómo el aceite empapaba los poros de la cabritilla. Se subió. No era alta, pero el contenido no era regular. Dudó, osciló. Separó los brazos a los lados buscando recuperar el equilibrio... pero caía. Cayó.Un pie. Mejor perder un pie que los dos. Los zapatos cayeron al suelo. el aceite amortiguó su rebote. Quedó de puntillas sobre una sola pierna haciendo equilibrios con las manos para no caer. No aguantaba más. Estaba agotada. Estaba perdida.
Se encendió la luz. Su novio vio su cartera, sus zapatos en el suelo y a ella de puntillas, aterrada sudando buscando mantener el equilibrio. Le  preguntó que haces. Ella le respondió que protegerse de la mancha de aceite. El le preguntó que de qué mancha de aceite hablaba. En el suelo no había nada.

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