lunes, 27 de noviembre de 2017

LUZ NARANJA

Salió del hotel donde le había dejado. No pasó la noche con él. Pasar la noche significaba compromiso. Necesitaba sentirse libre, por lo menos de momento. Sacó el coche por la rampa del parking. Llovia una lluvia fina como un aerosol. Calles húmedas sin charcos reflejaban las luces de los semáforos.Madrugada en una ciudad entresemana. Calles vacías salvo vehículos de policía o basureros. Era agradable despues de la tristeza de una despedida sin adiós sentir el aire fresco colarse por la ventana. La ciudad se muestra distinta con las luces led en la oscuridad. Sin tráfico en diez minutos estaría en casa. Pero no quiere llegar a casa. Todavía. Necesita sentirse libre un poco más. Más aire. Más tiempo antres de llegar a casa. SE había ido. No se arrepentía. Nunca lo hacía de sus decisiones.Siempre reflexionaba cada gesto y cada palabra. Controlaba todo lo que se pudiera controlar y lo intentaba con lo incontrolable. Déjate llevar le había dicho él. la hoja al viento. Deja algo al azar. Te perderás cosas con tu rigidez. Era la hora en quemuchos semáforos cambiaban de color. El ámbar quedaba intermitente por unas horas en los cruces menos peligrosos. Seguir el ámbar.Iba a ensayar con el azar. Así podría distraerse de sus pensamientos. Las gotas como puntas de alfiler se intercalaron en el parabrisas con otras más gruesas. Al final de la avenida un semáforo en rojo. En en siguiente cruce a la derecha ámbar. Giró. Dos hombres rebuscaban en el interior de un contenedor de basura. Ralentizó la marcha al pasar junto a ellos. Uno se acercó pensando que andaba perdida, pero ella temió que a esas horas fueran a asaltarla y aceleró. El hombre, que se había apoyado en el marco de la luna. Se trastabilló y tuvo que afirmarse al contenedor para no caer, le lanzó una naranja podrida que se estrelló en la luna trasera. Un semáforo en rojo. A la izquierda ambar. Giró. Miró por el retrovisor temiendo que la siguieses. Los dos hombres seguían en el contenedor. SE había sobresaltado. El corazón palpitaba en su pecho, sudaba ligeramente aunque la temperatura era fresca. Había olvidado sus pensamientos. Las luces ambar. Una tras otraiban a ser su guia. El control. Lo dejaría. Delegaría en los led de color naranja la elección de su destino. Él lo habia propuesto auque no estaba tan segura que sus elecciones fuesen tan azarosas como le manifestaba. El azar. Las decisiones. El deber y las dudas. El premio o el logro. La lluvia arrecia.. El asfalto hieve de gotas que se estrellan.Quédate. Por favor quedate conmigo, le había dicho. Pero desayuna con alguien después de haber dormido con él  y tendrás un contrato.Ella había decidido no firmarlo de momento. Era una buena decisión. Ambar a la izquierda. No conocía esos barrios. Lluvia fina. Un stop se detiene. saca la mano por la ventanilla para recoger algunas gotas pequeñas y heladas.El paseo le estaba resultadno grato. Sin destino. Sin trayectoria. Sólo disfrutar de los instantes y los lugare. Se alegraba de la decisión de marcharse. Se sentía libre. Salir y probar el azar. La lluvia. El sobresalto. Se sentía bien. Un semáforo en rojo. A la izquierda en ambar. A la izquierda. Al fondo. El hotel del quehabía salido. Enfrente la rampa del parking. No dijo nada. NO pensó nada. Pulsó sacó el tiket. Bajó dos plantas y aparcó en las misma plaza de la quehabí partido. Cerró el coche. Se dirigió al ascensor. Segunda planta. Habitación 21. Sacó de su cartera la llave magnética que iba a conservar. Abrió la puerta. Encendió la luz. El se sorprendió al verla llegar y cuando de nuevo se introdujo debajo de sus sábanas

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