miércoles, 29 de noviembre de 2017

LLUVIA y MAR

A su espalda quedaban las huellas de sus pies descalzos. Las olas rellenaban los huecos y los pliegues de arena se desmoronaban. En el cielo nubes casi a ras de suelo. Siguió caminando confiado en la sensación de un rastro tan efímero. Poca luz. Plomo. Viento y silencio. Gotas finas de lluvia sobre el rostro. De Norte a Sur. Del espigón de San Pedro a la Encañizá. Al otro lado La Manga. Dos días antes caminaba al sol la misma ruta. Hoy cortavientos azul. A lo lejos viene alguien. Se acerca. Quien sino un loco como él se aventuraría al mar en un tiempo tan adverso. Un loco romántico. El viento arrecia. Las olas le empapan el dobladillo del pantalón. Los pies están ateridos pero no sepuede resistir al masaje. Se detiene y mira al mar. Tiene que inclinarse ligeramente hacia delante para mantener el equilibrio. A su derecha el otro caminante hace lo mismo. Emprende la marcha. A lo lejos hacia Cabo de Palos un rayo alcanza el mar.El trueno viene detrás. Va a terminar su ruta aunque el mar se deshaga en espuma. No está solo. Sigue caminando. La humedad le contrae el bajo vientre. Aunque está casi solo se esconde entre las dunas para orinar a favor de viento. Regresa a la orilla y observa al caminante volver tambien hacia la orilla. Las olas invaden cada vez más la playa. Se desplaza en su trayectoria hacia el borde de las dunas. Igual que el caminante del que le separan cien metros. Cortavientos azul pantalon remangado como él. Se acerca. Se saludan con un hola protocolario, sin dedicarse más que una mirada esquiva. El caminante es muy parecido a él. De hecho si no fuese por la duda de que uno no se reconoce a sí mismo en las imágenes, juraría que es él, su timbre de voz tambien le resulta familiar y la forma saltarina de andar. Se cruzan y cada uno sigue su camino. Se aleja. Se ha cruzado con su sosias o con su clon o consigo mismo. Imposible. Eso ocurre en los sueños o en las pesadillas. Nunca en las playas. Se vuelve. El caminante también se vuelve con el mismo gesto y la cadencia con que él lo hace. Sigue caminando. Dos pasos. Se vuelve. Había algo raro. No sabe qué es pero lo aprecia: las pisadas. Las pisadas que deja el transeunte llevan el sentido inverso al de sus pies. como si fuese caminando de espaldas de forma efímera porque el mar las devora. Se aleja. No desea más contacto con lo que no puede ser otra cosa que un delirio. Entre montones de posidonia llega al canal y divisa la encañizá. Ha refrescado. el cortavientos humedecido por las continuas gotas de lluvia ya no lo aisla de la humedad. Empieza a tener frío. Da media vuelta. Camina. más deprisa. Mira el mar que ahora se encrespa. A la izquierda el otro caminante regresa. le cuesta mantenerse en pie y se inclina hacia delante.  Sigue caminando. Presión en el bajo vientre. Ganas de orinar. Se pierde en las dunas. Cuando vuelve a lo lejos el otro caminante regresa tambien de entre las dunas. Se acercan el uno al otro. Es él. sín duda es él. Duda porque no está acostumbrado a verse. Se alegra de que no haya nadie más en la playa que le convenza de que está loco. Se cruzan. Un hola seco. y siguen caminando. Es el mismo. Es él que vuelve. Unos pasos más adelante vuelve a mirar, se encuentra con la mirada de sí mismo. Duda si mirar al suelo. Lo hace. Las pisadas efímeras en la arena que el agua deshace llevan el sentido contrario a sus pies desnudos. Levanta la mirada. No volverá a mirar atrás. Por fin el último montón de posidonia. El chiringuito abandonado . Los montones de sal. Su coche amparado en el espigón. le gusta que las últimas pisadas sean sobre posidonia. Imposible rastreas el sentido de su huella. Evita la arena. El asfalto. En el coche hay silencio. El zumbido del aire ha quedado afuera. REspira. Pone la radio. Un rayo un trueno y un chaparrón. Da al contacto. El motor duda con el viento y la humedad. Vuelve a dar el contacto. Arranca. Regresa solo.

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