viernes, 24 de noviembre de 2017

EL MUNDO DE AST

Siempre he tenido una extraña relación con las puertas automáticas. No sé si porque camino muy deprisa o porque las abordo de forma lateral, pero con frecuencia tengo que frenarme con riesgo de golpearme. Más de una vez me he golpeado. Alguna incluso he dejado una puerta bloqueada al sacarla de su raíl. Hoy estoy de guardia. En mi hospital La Arrixaca. Un lugar mágico que regala salud a los cuatro puntos cardinales. Algunas veces en la forma de trasplantes, otras no. Si me incomodan las puertas automáticas, también me incomoda tener consulta el día que tengo la guardia. La consulta masiva me hace comenzar la guardia exhausto. Así, después de la sesión clínica de la mañana me he dirigido directo hacia el edifico anejo de las consultas. Respirando hondo. con la mente en blanco del mismo modo que cuando en una carrera llevas cuarenta kilómetros y te quedan otros tantos.  No puedes estar más cansado, simplemente te olvidas del cansancio y sigues. Adelante. paso a paso al siguiente objetivo. Me gusta pasar por el pasillo de endoscopias. Así salgo cuarenta metros a la calle antes de volver a entrar. Unas bocanadas de aire fresco. La puerta automática y de nuevo el aire viciado del policlínico. La puerta. Iba despistado por pelos. No me voy a golpear. La abordo frontalmente y más despacio de lo habitual. Extiendo la mano y la puerta no se abre. Sus alas no se despliegan. No puedo parar. Estúpida puerta, voy a chocar otra vez con el hall lleno de gente. Cierro los ojos.He pasado. Ningún dolor. Ningún ruido. Ningún chasquido. Estoy en el interior del edificio. Mi marcha no se ha alterado. Miro a mi alrededor. dondequiera que veo luces, me rodean irisaciones. Otras veces he tenido jaquecas, ver como pixelado en un cuadrante de la mirada antes de empezar con el dolor de cabeza me estresa. Estiro las manos y las irisaciones se mueven. Las levanto y se agitan como una ola. Estoy en una burbuja. Al atravesar la puerta, mi cuerpo ha tenido el efecto de atravesar una superficie jabonosa. Estoy en el interior de una burbuja de cristal o de plástico. Puedo oler el aire de la calle en lugar del acondicionado del interior. La gente me mira pero no se sorprende. Al fondo a la izquierda está mi consulta. Hoy viernes paso yo solo. Saludo a todos. Me saludan. Las voces se escuchan con un ligero eco pero no es difícil adaptarse, los timbres desagradables quedan retenidos en el exterior. Camino despacio. El interior es confortable y no lo quiero desgarrar. Pedro el enfermero del equipo me advierte de pacientes que han llegado sin cita. le digo con el gesto que no importa. Mis movimientos son más lentos casi como si estuviese dentro del agua. Entro a la consulta. Hoy la tres y la dos porque la uno está de reformas. Salgo a llamar a los pacientes. Veo a uno mientras el otro espera. No se extraña de ver a su doctor como si hubiese sido parido en un parto velado con una membrana amniótica íntegra. No se sorprende de los movimientos más lentos, el habla más escandida. Se alegra cuando los resultados de los análisis y las pruebas indican su salud. uno detrás de otro, casos sencillos y casos desesperados, todos recuperan la salud. A Pedro le sorprende que un médico como Ast que cura tan poco haya tenido hoy tanto éxito en curaciones milagrosas y sin un sólo trasplante. A mediodía empiezo a ver que la parte inferior de la bolsa está deteriorada. No quiero romper la magia. Me descalzo para ver a los últimos pacientes. Además en la planta Gonzalo atiende a los ingresados. Tenemos algunos casos desesperados. Me llevo los zapatos en las manos. Camino descalzo. Subo la escalera que comunica con el hospital por el interior pero me doy la vuelta. La puerta automática está en la misma planta. Me dirijo a ella descalzo con  los zapatos en la mano. Camino pausado y frontal hacia ella. La puerta. No desliza. NO chasquea. NO cliquea. No me duele. cierro los ojos. La atravieso. Al otro lado siento el viento. Abro los ojos. No hay irisaciones. Me calzo. No hay nada que preservar. Los enfermos en la planta tendrán que conformarse con la ciencia, la magia del mundo de Ast se ha quedado en el policlínico y en el blog. Si lo llego a saber habría dicho que  me los bajasen. Pero quien podía suponerlo.

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