miércoles, 18 de octubre de 2017

ESE SEÑOR TAN IMPORTANTE

Caminaba con su maletín de un lugar a otro. No era un hombre de rutinas. El maletín, la chaqueta y a veces un sombrero. Los saludos justos y entraba a su despacho. Un despacho pequeño. El ordenador desplegado. Cuando lo sorprendían siempre tecleaba. Tic tac, tic tic tac. Con pinganillo unas veces y sin pinganillo otras. Siempre muy concentrado, circunspecto con ojillos alerta sin estar pendiente de nada. Un hombre ocupado. Desbordado por las tareas. Llamabas a su despacho. La respuesta se retrasaba. Abrías con cuidado y allí estaba él con los auriculares. Mirando a la pantalla del ordenador. Se apartaba los auriculares, guiñaba los ojos y te decía que estaba en una videoconferencia. Te disculpabas y salías un poco avergonzado. Poco después salía. Con la chaqueta. Apurado. Te miraba. Tengo que ir a una reunión. Llego tarde. Adios. Ya se había dado la vuelta. La puerta se cerraba a su espalda. Dos o tres días después regresaba. al día siguiente venía a media mañana acelerado. Sin saludar. De nuevo a la puerta. Salía olor a cafe. Salía. TE llamaba. Oye. cuando puedas pásate por el despacho que hablemos. Llamabas. Toc toc. Sin respuesta. Pasabas. Estaba concentrado en la pantalla. Un momento que termino estos informes. ¿Vuelvo después? Son cinco minutos. Todo el mundo quiere informes. Diez minutos después de silencio. Una mesa desordenada. Alguna medalla y algún otro premio poco relevante. Fotos oficiales de grupo con él en el centro. Te miraba, sonreía con una sonrisa plana. Que mañana no voy a venir. Estate pendiente de todo. Claro. No te preocupes. ¿Algo más? No gracias. DEspués salía apresurado. Me voy que llego tarde al juzgado. Adiós. sin respuesta. Más de diez años. DEtrás del ordenador. Debajo de los auriculares. diez años productivos en que los títulos, los cargos del final de su e-mail iban añadiéndose sin cesar tomando el aspecto antes de llegar al cuerpo del mensaje del texto del principop de Stars War. Cada vez más títulos. Cada vez más ausencias. CAda vez más salidas. Informes. Conferencias. El maldito trabajo on line. No sabía como podía mantenerse tan estresado horas y horas detrás del ordenador. Sin hablar con nadie que fuese a través de la pantalla o el micrófono, sin escuchar más palabras que a través de los auriculares. No lo envidiaba, por más títulos que acumulase en sus correos. Tantos que serían la envidia del pecho de un general de la antigua URSS. Y eso que su llegada siempre fue un misterio. Del anonimato a las estrellas, del suelo a las galaxias y la vía láctea sin que nadie supiese que tuviese el carnet de piloto, pero allí estaba, laureado, escuchado citado a foros cada vez  más elevados como experto en materias que no tenía tiempo de tratar. Llegó. Habladno lento. hablando despacio. Oyendo a todos. Escuchando lo que le interesaba. Un día todo estalló. Pero para cuando lo hizo, algunos contaban que habían visto su sombra por algún rincón de los despachos, y no con una certeza absoluta. Y se fue. Un día igual que llegó se fue. Desapareció. sin ruido. Oyendo sin escuchar se fue. Me voy a otra galaxia en esta mi labor está hecha. Y desapareció. Voló. Una cortina de humo. Adiós. Y el despacho tan pequeño para un hombre tan grande quedó vacío. Y se tomó posesión del espacio. El ordenador. Se sentó en el sillón que había sido de su jefe. Pulsó el ordenador. Deslizó la flechita al icono del Mozilla. Lo siento hay algo embarazoso no hay conexión a internet. REvisó la conexión hdmi, el cable se introducía en la roza de plástico. Pero internet no funcionaba. No entendía qué podía haberse averiado. Su jefe tenía una buena señal que le permitía conferencias, mensajes,video llamadas y reuniones con Skipe. Subió el técnico. Siguió la roza. y encontró el final del cable en un angulo ciego. LO miró y aseveró sin dudar que ese cable nunca había estado conectado. No podía entenderlo. Tenía el teléfono del antiguo jefe. Lo llamó. Le dijo que cómo accedía a internet si el ordenador no estaba conectado y el wifi no llegaba. Como nuevo jefe tenía tambien que celebrar videoconferencias y reuniones on line. El antiguo se rió. MUy suave. Casi sin reir. Un ji ji ji. Le pareció una burla y colgó. Tocaron a la pueta. Tardó en contestar. A la derecha en un cajón estaba el pinganillo. Se lo puso. Cuando escuchó que la puerta chirriaba comenzó a teclear, aunque en la pantalla no se veían más que las ventanas del menú de inicio. Se abrió la puerta. Se asomó un adjunto joven. Tecleó. Tic tac tic tac. Miró la pantalla impoluta. Le pidió que esperase y lo tuvo así diez minutos. Después lo invitó a hablar. Lo oyó pero no lo escuchó. Asintió muy suave. Le dijo que esperase que había terminado la videoconferencia, ahora tenía que terminar unos informes y después se marcharía a una reunión, al día siguiente tenía que hacerse cargo de la organización porque él iba a estar fuera. Se quitó la bata. Salío del despacho y sin despedirse se marchó.

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