jueves, 12 de octubre de 2017

CAOS

Ha llegado de casualidad. Dos volantazos, una frenada que le ha sacado de la carretera. Una multa por exceso de velocidad. Cansado. Muy cansado. La cabeza dando vueltas a un millón de ciclos por segundo. Demasiados asuntos. De uno en uno quizás, pero todos a la vez imposible. En unos días del equilibrio al equilibrio inestable y al precipicio, pocas semanas. Como un cohete que se queda sin combustible sin alcanzar su órbita. En picado. Huir. Soledad. Pensar. Pensar desde la distancia, no acelerar el motor de su cerebro con el embrague pisado. Solo. Mucho tiempo que no estaba solo. Mucho. Demasiado. La gente te aturde. Nubla tu capacidad de decidir. Te arrastra rápido hacia lo que debes hacer. Sin mirar atrás. Cada vez más deprisa. El agua plácida te lleva adonde estás ahora, La orilla fácil sin riesgo pasa de forma vertiginosa. Al principio nadabas a favor de la corriente. Más aceleración es lo que necesitabas. Después agotado el combustible te fue imposible frenar. No tenías fuerzas. El cansancio del vértigo que te había producido la velocidad del ascendo te impedia decidir. Ladearte hacia la orilla. Finalmente te abandonaste a los rápidos. Golpes y más golpes. Llegaste  a pensar que te ahogarías, pero nadie se ahoga en una metáfora.
Habías llegado. En el campo. El chalet de los abuelos. Lugar de veraneo de los días de tu infancia. La puerta metálica de la entrada estaba tumbada en el suelo. Oxido. Barras desprendidas. Otras dobladas por la presión de un vehículo que la había aplastado. Aparcaste. La llave. Soplaste las telarañas que tababan el bombín. Giró. El sol se ponia. Abriste la puerta. Entraste. Olía a humedad. En el centro deltecho se veían las cañas de las que se había desprendido el yeso. El hogar a la derecha. La alfombra de esparto del suelo con las quemaduras de las brasas que chisporroteaban. Los herederos habían esquilmado el mobiliario. Dos sillas de anea y una mecedora. Más que suficiente.Afuera el sol se había puesto. En lo que fue un jardín, un naranjo seco. Doblaste las ramas. Quebraste unos troncos. Cogiste otros trozos de madera, los colocaste en el hogar e hiciste fuego antes que se hiciese de noche. En las tierras de interior refresca después del ocaso. Entraste. Te sentaste. Te meciste.El crujido de la mecedora desvencijada te acompañó al sueño. ¿Cuanto tiempo?.No lo sabes. Un crujido te despierta. Las viejas colañas se quejan. Sobresaltado te levantas. Miras alrededor tu propia sombra palpitante proyectada por el fuego. Abres la hoja de la ventana. Tu coche. Una noche estrellada. Calma. Abres la maleta. Te pones ropa cómoda. Entras a la habitación. A la cama se le ha vencido una pata y el somier de muelles está roto. Seguirás en la mecedora. Te apoyas. Tratas de escuchar el crujido. Lo escuchas pero ahora no te relaja. Demasiado silencio. El cerebro se acelera. Cuentas. Números. Palabras. Prisas. Fracasos. Decisiones. Mentiras. El fuego. El fuego te distrae. Te distrae. Te vuelves a dormir. Por la mañana despiertas. Piensas despacio. Piensas con claridad. Miras el sol que ya se ha desprendido de las montañas. Abres un batido. Suena el móvil. Ese número. No deseas hablar. cuelgas. Te vuelven a llamar. Cuelgas. Nueva llamada. Te mueves en la hsbitación, en esa zona tienes cobertura de internet, el wasap se llena de mensajes. Todos numeros conocidos. Sabes sin mirar lo que dirá cada uno de ellos. Miras la silla debajo de la ventana. la cuerda de anea se ha soltado. Te sientas mientras piensas, con la mano la vas desliando. Primero sin darte cuenta. Después te levantas. desnudas la silla: cinco metros de cuerda. La doblas. Haces un nudo. Subes a la silla.y  atas la cuerda a una colaña. pones la silla debajo, haces un nudo. En lo alto un nueva andanada de wasaps. Arrojas el móvil en una parábola al fuego. No esperas a verlo deshacerse. Te pones en el borde de la silla. La silla se voltea y quedas suspendido sientes el esparto arañarte el cuello. Te cuesta respirar. Un crujido. La colaña se parte y te golpea. Sangras de la cabeza y el brazo pero estás vivo. Te quitas la cuerda y la arrojas al fuego. No vas a luchar, pero no vas a morir. 

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