jueves, 3 de agosto de 2017

PEREZA

"Cariño me voy a trabajar. Te he dejado preparado el desayuno.No tardes en levantarte.Te he dejado dos direcciones que pudes visitar. Son amigos y contratan gente con frecuencia" "Sí. Déjame dormir un poco más. Estoy tan cansado. Dame un beso. Gírate por lo menos gandulón" "Acércate tú" "No sé como te puedo querer tanto pero un día acabarás con mi paciencia" "Que tengas un buen día" "Te vuelves a tapar. Arregla todo un poco" "Sí. déjame ya" "Je . Que vago eres. Adios"

"Todavía estás en la cama. Son las cuatro de la tarde. He tenido una mañana de perros en la oficina. Vengo soñando con una comida caliente y sigues en la cama. Levanta ya" "Ya voy no grites" "Que no grite-¡Cómo que no grite!. Esto es la gota que acaba de colmar el vaso.Has acabado con mi paciencia. Tu pachorra, tu tranquilidad me hacía gracia  como contrapunto a mi nerviosismo, pero se acabó" "¿Qué haces?" SAco tu ropa. Te vas de  mi casa ya" "Cariño" "Ni cariño ni nada. Vístete. tus cosas ya están en la calle. Cuando tengas una dirección me dices donde te mando el resto" "Por favor. Qué haces con mis llaves" "Mis llaves" "No me apetece discutir. Es tan cansado. Me voy. Lo siento. Si cambias de opinión me lo dices. VAle" "No voy a cambiar" "Adiós"

SAlio a la calle. Una camiseta vieja. Un pantalón de chandal y unos deportivos blancos. El petate era muy pesado. A dos manzanas se paró. Tenía la boca pastosa de más de quince horas dormido. Entró al bar buceó los fondos de los bolsillos, lentamente y encontró suficientes monedas para un café y un botellín de agua. Había un letrero que pedían un camarero. Trabajo en el barrio, ella le perdonaría, pero demasiadas horas, él no estaba en condiciones, no acabaría ni la primera de las jornadas. Salió. Hacía calor. Dos manzanas más. En el parque a la sombra de un ficus se acostó. Estaba exhausto. Dormitó unos minutos. suficientes para que dos yonkis se llevaran el petate. Sintió la cincha girar de su mano. Entreabrío los ojos y los vió, pero ni siquiera hizo fuerza para resistir. Mejor. Era demasiado peso para vagar de un lugar a otro sin hogar. Tuvo que cambiar de lugar cuando los aspersores comenzaron a regar el césped. A veinte metros había la sombra espigada de una chopera. El tintineo de las hojas movidas por el viento le relajó de un mundo donde todos parecian ir con prisa. Pasó la noche. Por la mañana una indigente le ofreción un trago de su brik de vino y un trozo de pan duro. Demasiado duro para masticar. "Vente conmigo a pedir. Si te ensucias un poco, hay un par de esquinas donde la gente es muy generosa" " ¿Está lejos?" "Menos de media hora desde aqui" "media hora es mucho en mis circunstancias" "Algo tendrás que hacer para comer" "De momento aquí bajo este chopo estoy muy bien".

Se encontraba débil, pero sabía que nunca más se movería de allí, el mundo cinético, el mundo de la prisa, había terminado para él. Durmió con un sueño dulce. En su sueño, su cuerpo rechoncho se estiró, rodeó el tronco del chopo buscando hacia lo alto la luz del sol. Cuando la encontró de los extremos de sus dedods salieron yemas y de ellas hojas y tambien ramilletes de flores blancas De su espalda los pelillos se clavaron en el suelo y sorbieron los jugos de la tierra. Sintió el bienestar de la quietud, sin más movimiento que el viento, sin más inquietud que el fuego o la poda. Sin pasado y sin presente. Apoyado en el tronco del chopo, procurando no dañarlo. Por la tarde llegó el mismo indigente con comida para su amigo. Entre las ramas de la enredadera que abrazaba el chopo, en una posición imposible vio los restos de sus ropas. Ya nadie lo vio más. O lo vieron y no fueron capaces de reconocerlo.

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