domingo, 13 de agosto de 2017

ALGAS

"Cari. Te dije que teníamos  que haber ido a Mazarrón" "Ya, pero yo no quería ir a Mazarrón, quería ir a la Llana" "Pero Cari, ¿tú no ves las noticias?¿no escuchas la radio? ¿no lees periódicos?. Eres...eres.." "Dilo. O mejor no lo digas. Lo digo yo. Soy-un-ceporro. Y ¿sabes qué? Que me encanta. Me encanta jugar a la Play con mis amigos, ver el fútbol y perder la tarde de los domigos viendo la tele.O sea. Para tí un ceporro" "No se te puede decir nada. Me estás dando el día. Si hubiésemos ido a Mazarrón alli el levante no da de frente, y no tendríamos tantas algas y nos podríamos bañar" "Estamos en la Llana. Es más de Mediodía, no podemos rectificar. Llegaríamos a las dos. Disfrutemos el momento. Si no podemos bañarnos podemos ir a pasear por la salinas, en esta época hay flamencos. Antes te gustaba" "Antes. Mira es que son montañas de algas. Yo ahí no meto ni los pies. A saber qué hay ahí" "Ya pongo la sombrilla. Toma un poco el sol y nos vamos pronto a comer" "Vale. La ponemos. Tomaré el sol. Pero huele tan mal" "Es posidonia, son las praderas del mar. Tan informada que estás y no lo aprecias" "Vamos a dejarlo. Huele mal. Lo dejamos" "Estoy sudando. Voy a bañarme. Ven conmigo" "He dicho que no" Se mete en el agua, y desde la orilla le echa con la mano gotas. "Estate quieto. No estoy de humor. Déjame en paz un rato. Con la brisa al menos creo que podré dormir" "Tú te lo pierdes" Con el vaivén de las olas, las masas marrones de cintas de posidonia entrelazadas le cortan los pies. Es una sensación desagradable: La falta de equilibrio de la arena que se va bajo sus pies y la sierra de los bordes de las algas. No hay marcha atrás. Ella está en la arena. Si se retira, el juez se convertirá en verdugo. No le va a dar esa satisfacción aunque salga con los huesos descarnados roce a roce. Tropieza con algo y se sienta en el fondo. Mira. Entre las algas y la arena revuelta por la resaca. No consigue ver con qué ha tropezado. Sabe que no es una piedra.Le ha derribado pero no ha sentido dolor. Piensa en un pez muerto. Un pez grande y gelatinoso. Se levanta. Le viene a  la mente el avistamiento unos días antes de una tintorera entre bañistas en Tarragona. Se levanta. Mira la playa. Ella duerme. NO va a salir. Mira entorno suyo. Da vueltas. No se atreve a agacharse. Algo le atrapa las piernas. Algo suave, a la altura de los tobillos. Se trastabilla y vuelve a caer. Traga agua. Emerge. Pero dos manos le empujan para volver a capuzarlo. Debajo del agua se agobia. Mueve las manos a todos lados intentando desembarazarse de su agresor. Un torso desnudo a su espalda. Intenta sujetarlo pero se resbala entre sus brazos. Consigue sacar la cabeza y respira. Se pone en pie. La resaca lo ha arrastrado hasta donde el agua le cubre hasta el cuello. Se reorienta. Mira a la playa. Ella sigue ahí. Boca abajo dormitando o haciéndose la despistada. Mira a los lados y no hay nadie. Entonces quien o qué está intentando ahogarlo. De nuevo un tirón de los pies. Lo arrastra hacia el interior. Siente unos dedos. Dos manos. Lo llevan mar adentro. Le da un pequeño tirón y lo sumerge. Uno dos minutos. Aguanta el aire. Mira a sus pies y ve deslizarse la cola de un pez. Vuelve a la superfice. REspira y nada hacia la playa. Llega justo antes de las montañas de algas. Mira al suelo a sus pies. El agua transparente. A su espalda un roce a la altura de los tobillos. De nuevo la cola. Unas manos le cogen los pies. Consigue mantenerse firme. Lo suficiente como para ver el torso desnudo de una mujer que desde el agua lo mira. Lo tiene atrapado pero no le empuja. Es una mujer pez, la cola y la mujer son el mismo pez, o la misma persona o la misma sirena. Lo mira con picardía y con descaro. Ahora lo suelta y gira alrededor. No sabe cómo pero escucha en su cabeza sus palabras.Una voz dulce que se acompasa con el movimiento de los labios sumergidos. Una voz lasciva y candorosa. una invitación a romper con la rutina de un mundo aéreo. Suena bien, Mira a la playa. Ella ni ha mirado. Podría haberse ahogado. No debe preocuparse por respirar. En cuanto se sumerja su cuerpo se adaptará. Las branquias que nunca desparecieron del todo volverán a funcionar y nadará en un mundo de arena, anémonas, pecios, posidonia, peces y aguas turquesa. Será como volar. Volar bajo el agua sin necesidad de emerger más que por curiosear o jugar con los humanos. Ahora los toques son caricas. Las manos se aferran a sus tobillos. Se deja arrastrar mar adentro. Se siente extasiado, adormecido. Escuchar la voz dulce ha dormido su voluntad. Casi no se ve la costa cuando tira de sus pies hacia el fondo. Las branquias no tardarán en aparcer para poder seguir a una mujer pez tan dulce y tan hermosa. Un minuto, dos minutos, tres minutos. Las branquias no aparecen. Está diez metros bajo la superficie. Necesita aire. en su mente la voz dulce le pide la paciencia de tres minutos. Pero, y si las branquias no funcional. Da una patada para nadar hacia la superficie. La sirena lo aferra ahora clavándole las uñas, ejerciendo una presión brutal. Cuatro minutos. A su cerebro le quedan. cinco minutos. Ulises se ató a un mástil. Da otra patada y huye a la superficie. Respira. REspira. Y nada hacia la costa con la mayor energía que puede. La sirena nada a su alrededor. Esquiva los intentos de aprensión. Se deja llevar por una ola que lo deposita entre las algas. Los pies le apoyan . La densidad de las algasen la orilla retiene a la sirena y puede salir. Llega a la playa. Ella se da la vuelta. "¿Ya sales" "He estado a punto de ahogarme" "Te he diccho que no te bañaras. Si hubiésemos ido a Mazarrón"...

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