domingo, 4 de junio de 2017

SUDOR

Le gustaba el amor en la tardes de Junio. En Murcia Junio es ya un mes de verano. Salia del Banco poco después de las tres. Él ya estaba en la casa de la huerta de sus abuelos donde vivía. Una casa casi sin arreglar. De paredes gruesas. Habían conservado la cama. El somier de muelles tan escandaloso. El colchón de lana. Cálido pero fresco. Comida ligera a la sombra de la morera. Recoger para evitar las moscas. Y a dormir, Una siesta. Dormir, después. Jugar antes. Cada día, desde mayo.Caricias. Besos  y calor. Mucho calor húmedo. Sudor. Empapados. Juntos. Olores de amantes. Silencio. El somier los  delataba. El verano no dejaba entrar más que unos hilos de brisa caliente insuficiente para refrecarlos

Llegó a casa y él no estaba. Miró el móvil y un mensaje le avisaba del retraso. Quitó la cadena. El perro la esperaba. Alargó la mano para acariciarlo.El perro le mordió. El rabo enhiesto exhibendo la dentadura. Cayó. El perro se alzaba sobre las patas traseras. Evitó sus dentelladas pero se le aferró al pecho. Con una piedra lo golpeó. Con un palo lo obligó a recular y lo encerró en la perrera.Sangraba de los dedos y el pecho izquierdo empapaba su blusa. Las piernas le temblaban. No se lo explicaba. El perro tan dócil. Un animal No era su día. Se curó. Las heridas no eran importantes. Preparó la mesa. Escuchó la moto, vio la polvareda de la pista del río. Entró. El perro en su perrera no hizo un sólo gesto. Le dio un beso. Al verle lloró.

"¿Qué te ha ocurrido?" "El perro. Me ha mordido" "¿Por qué?" "He entrado y se ha puesto como loco" "Lo llevaremos a un adiesstrador. No podemos arriesgarnos a que te haga algo" "No pasa nada. comamos y echemos una siesta" "Perdonaría la comida" "Y yo, vamos"

Necesitaba besarlo. Morderlo. Sentirlo. Hacía calor. Un calor como nunca había sentido. Tocó y lamió el sudor de su cuerpo. El somier chirriaba.

"Para. No puedeo más estoy chorreando. ¿Quieres agua fresca?" "Sí"

Tenía mucho calor. Se estaba achicharrando por dentro. Abrió la boca y respiró con la lengua fuera. Se ahogaba, pero no sudaba. Pensó en un golpe de calor. Se echó al suelo, apartó la alfombras y se tumbó en cueros con los brazos en cruz y las piernas separadas, boja abajo sobre el terrazo. Su jadeo se fue amansando, se frenó.

"¿Donde estás? Te he traido el agua" "Estoy aquí fresquita en el suelo. Me achicharraba" "Quieres que instalemos aire acondicinado? Pero siempre te había gustado el calor. Vamos a comer."

Comio sin pausa . Rápido. Él la instó a que no se apresurase. Ella lo miró. Lo cogió . Lo abrazó y se lo llevó a la habitación. El la acompañó a la cama. Ella rehusó, lo acompañó al suelo. Esta vez no hubo preámbulos. La brisa caliente. El esfuerzo. El calor ajeno. Lo separó. El sudaba. Ella jadeaba. Abría la boca buscando aire. Se echó al suelo. El cuerpo le ardía. Él se asustó. Le preguntó que le ocurría. No podía sudar. Su piel estaba seca y caliente. Cogió el agua y le refrescó el cuerpo, la besó. Quiso llevarla a urgencias. dijo que ya estaba bien. Él se quedó dormido. Ella se salió a la sombra. No podía dejar de jadear. Husmeó alrededor de su cuerpo. Olores y aromas intensos que nunca había olido allí. Cayó la tarde. Con el fresco recuperó la energía. Cayó la noche. Cenaron. él se acostó pronto. Ella no lo acompañó. Salio la luna llena.

Aunque ella no recuerda nada, por la mañana él amanecíó con el cuello desgarrado. Ella con las ropas , la cara y las manos empapadas de su sangre. Las heridas de la mano y el pecho habían restañado. La llevaron presa. Nadie supo explicar por qué nunca volvió a sudar.

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