viernes, 17 de marzo de 2017

Casa en ruinas

Un hombre y un perro o un perro y un hombre, se paran porque el perro se detiene. Ladra. Sacude el rabo. Gruñe y ladra delante de la puerta de una casa abandonada. El tablero central de la puerta está arrancado. A la derecha una ventana tapiada. En las jambas los ladrillos se desconchan después de las lluvias de la semana pasada. El perro ladra pero a la vez mantiene el hocico a una distancia segura. El vaho se condensa en la punta de la nariz . Tira firme del arnés. El perro gruñe y lastra con su cuerpo el avance. Es una casa vacía. Entre los escombros de una techumbre de cañas, barro y yeso  se amontonan botes y botellas arrojados desde el exterior. El perro gruñe pero da un paso atrás, se cobija entre las piernas del hombre sin perder de vista el hueco. Huele a humo pero no se ve humo o fuego. La falta de viento puede traer el olor de cualquier hogar. Separa el perro de sus pies, tira, el perro se resiste.  El perro se vuelve, regresa al hueco de las tablas, husmea, arriba, abajo, a los lados. El penacho del rabo se agita. Agacha la cabeza , introduce el hocico. Huele dentro de las tablas y se echa al suelo esperando una caricia que no llega. El hombre vuelve a tirar. Humo y caricias en una casa en ruinas. Demasiado para estar tan cerca de la medianoche. Tira de nuevo pero el perro se obstinan en seguir panza arriba con las patas flexionadas lánguidas. Del hueco que dejó la madera sale un brazo gordezuelo , una mano rechoncha con huecos en lo nudillos. Tres o cuatro años. Acaricia la tripa del animal que se agita con una mueca que parece una sonrisa que deja caer la lengua por el lateral de los caninos. Un niño tan pequeño no debe estar de noche en un lugar así.Solo. Imposible. El perro no se levanta aunque la mano ha desaparecido entre las tablas. Huele a humedad y a yeso y a orines. Huele al polvo rancio de astillas vieja mamposteria, Está oscuro mira pero no ve nada. Sólo gatos. Pero el niño...La ventana. El perro se levanta. Su rabo no se agita. Es un arco que señala la ventana por la que su amo se retrepa. Estira la mano  empuja el ala de la contraventana que se ajusta  a la pared por un único gozne oxidado. Empuja y cae hacia el interior. Se levanta polvo en su caída.  Encaja el rostro entre las rejas. Escruta entre la nube de polvo que se arremolina, hacia arriba el cielo.La luna menguante. Estrellas.en su barbilla unos dedos finos. En sus labios unos labios . Calor y humedad. Después frío y hedor. Nauseas. Se aparta de las rejas y cae a la calle. El perro oculta el rabo. Con la mano limpia el rostro de los restos que después de un instante de placer le despertaron la náusea. El niño. solo una demente tendría a un niño en una casa en ruinas sin siquiera el amparo de un techo. Se aproxima a la reja de la ventana. Duda. Un paso atrás. Se acerca a  la puerta entre los maderos. El polvo introduce un brillo ocre ligeramente iridiscente. Nadie. En el interior no hay nadie. sobre la viga un gato negro. Más atrás otro moteado. en el hueco del tejado diez o doce más. Maullas. Bufan y se erizan entre todos en una melodía asincopada. Solo gatos ningún niño. Nadie. Luna. Estrellas y gatos.

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