lunes, 28 de diciembre de 2015

La orilla del río

Doce horas de trabajo. Fin. Un ascensor. La temperatura del hogar. Fuera hace frío. A las seis y media ha anochecido. No dejas que el sopor te invada. Directo a la habitación. Las mallas. Camiseta térmica. En el cuello una braga. Calcetines altos. Los deportivos. Un sorbo de agua. Dos dátiles y a la calle. Exhalas aire que se convierte en vapor. A la derecha sales del pueblo. Movilizas las articulaciones antes de empezar a trotar. El silbido del reloj pone en marcha el registro de la carrera. La niebla rebosa el cauce, repta por las riveras y se desparrama por el camino, se deshilacha y desaparece entre los limoneros en una noche sin luna.
START. Primeras zancadas. Las articulaciones rechinan moviendo el óxido. Diez minutos y ruedas fluido. A lo lejos quedan las últimas farolas de la civilización. La pupila se acomoda. Reconoces sombras. La oscuridad te produce  miedo. Buscas ese miedo. Aprendes. Alguna vez necesitarás ese aprendizaje, De vez en cuando un ciclista con su LED te deslumbra. Regresas a la ceguera por unos minutos con destellos del fondo de tu retina.  Desaparecen los destellos, todos menos uno, al fondo a lo lejos. un reflejo oscilante de otro corredor. Pocos minutos mantienen la distancia. Después se acorta. Se ha parado o trota. Tal vez hace series. Refulge de un tono violeta o lila o púrpura. Nunca antes había visto ese tono en el foco o el piloto de un corredor nocturno. Las modas. Lo vas a alcanzar. Dudas. La noche es hostil para un corredor. Confrontar a un extraño en soledad puede ser el inicio de una pesadilla. Violeta. Violeta. La distancia se contrae y el corredor toma forma. Una corredora. No ve ningún foco, es su ropa la que brilla. Violeta o lila o púrpura. La tecnología consigue la luz exagerando la fosforescencia del tejido. Ha ralentizado su marcha. Dudas. Oscuridad. Noche. Niebla. Frío. Riesgo. Aflojas también tu  marcha. Casi se detiene. Sus caderas apenas oscilan. Cerca. Las mallas muy ceñidas. Un mono con capucha le cubre el cabello. Se detiene y se vuelve. Los ojos claros. Grises o azules si no fuese imposible violeta. Sonríe. Te hace un gesto con la mano para que la sigas. Se vuelve y camina despacio con el mono que ahora piensas que es su cuerpo desnudo tatuado. Deja el carril bici y camina hacia el cauce despacio. Aparta las cañas del borde y se sumerge en el fondo de unas aguas que creías más someras. Tu ropa, tus deportivos están en el suelo. Te cuelas en el hueco de las cañas. No dudas al introducirte en el agua. Estiras el pie. Donde esparabas el cieno del fondo encuentras la sima de agua que te permite flotar. Te mantienes a flote. Te giras . No hay nadie a tu alrededor. Buscas en el fondo el reflejo violeta. Te sumerges. A pesar de la luna nada. Solo. Sales. Ahora sientes el frío. Te vistes. Corres de vuelta, buscando el calor. No sabes que ha pasado. Una alucinación. O no. El día siguiente vuelves a salir, de nuevo el reflejo violeta. DE nuevo la inmersión. De nuevo el frío de vuelta. Una semana. Ni una palabra. Sólo alguna mirada..violeta o lila. Lunes. A la derecha se sale del pueblo. Cruzas el puente de hierro. A la izquierda el encuentro cotidiano.  La derecha. Llueve. Hace frío. No hay ninguna luz lila o violeta.