domingo, 19 de julio de 2015

Mc Farlane

"¡Quiero a ese MacFarlane vivo o muerto! ¡Y no regreséis sin encontrarlo! Si lo hacéis, vosotros recibiréis su castigo" "Lo intentaremos jefe" "¿Qué has dicho?" "Que lo intentaremos" "Repite eso y te vuelo la cabeza aquí mismo" "Volveremos con él" "Id"
Llueve. Hace horas que la tormenta de la tarde enlazó con la oscuridad. El cielo se aclara con los relámpago. Los truenos son cada vez más tardíos y más débiles. Los cascos de cuatro caballos rompen el agua que anega el suelo. Los jinetes no  miran atrás. Aunque a donde se dirigen se ve un claro, la lluvia arrecia. Sube el cuello de su abrigo. Baja el ala de su sombrero y hace un intento vano de encender un cigarrillo. Desiste. La noche va a ser larga cabalgando empapado.
"Buenos días señora" "Buenos días señor. ¿Quieren pasar?. Están ustedes empapados"
"¿Ha visto usted a este hombre?" "Sí. Ojalá viniera cada día.Ordeñó la leche que están bebiendo y cogió la leña que calienta la habitación" "Se fue hace mucho" "Se acostó frente al fuego y esta mañana no estaba" "¿Ya se van?"
"Muchacho. Dime donde está este hombre. Hemos seguido hasta aquí las huellas de su caballo" "No sé donde está" "Hemos seguido las huellas hasta tu granero" "Su caballo está aquí, pero él no" "Desmontad y apostaros. Evitemos una emboscada" " Señor se fue" "Tiene razón. No hay nadie" "Se lo dije. Llegó cuando la avalancha del arrollo se llevó la cerca y la mayor parte de nuestros animales. Rescatamos lo poco que se pudo del agua. Se marchó. Me dio su caballo y se marchó. Aquí sólo hay un camino y de un sentido han venido ustedes"
"A pie irá más lento. Descansemos unas horas jefe" "Sigamos es nuestra oportunidad"
La senda es estrecha. Asciende por un acantilado. Al fondo un río. Espuma, rocas y un bramido que silencia el graznido de las rapaces. Descabalgan. Los caballos no pueden mantener el equilibrio con sus jinetes. Suben. Los pinos dejaron paso a los abetos. Los abetos desaparecieron. Sólo rocas. Una disyuntiva. Un cruce de caminos. "Jefe por donde vamos" "Sigamos hacia adelante. A la derecha no parece seguro"
"¡Señores!" "¿Quien es usted?" "No sigan por ahí ha habido un desprendimiento. El camino se estrecha y desaparece . Es difícil dar la vuelta. Más aun si son varios hombres con caballos" "¿Quien es usted?" "Si no me cree pruebe usted mismo" "Adelantate sin el caballo Mike. Lleva cuidado. Te cubrimos"
Mike regresa. "Imposible pasar. Me ha costado regresar y porque iba advertido" "Tú eres McFarlane" "Nunca he dicho que no lo fuera"
Los cuatro hombres cargan sus armas. "Venimos a por ti" "Lo sé" Los hombres se miran "Si alguien te captura di que no nos has visto. Seguiremos nuestro camino" "Iré con vosotros" "Te encarcerlarán y quizás te ahorquen" "Si regresáis sin mi no creo que el sherif sea benévolo. Iré con vosotros. Seguiremos todos en mi busca. ¿Imagináis que me encuentre?" Ríen.

miércoles, 15 de julio de 2015

La orilla

Pisa la arena con los pies descalzos. Se agacha. Atrapa un terrón que se deshace con la presión de los dedos. La brisa que apenas ondea el reflejo de la luna dispersa los granos en la playa. La arena rellena las huellas que ha dejado a su espalda. La luna grande deja sombras color sepia. En el cielo Venus y Júpiter coquetean sin tocarse. Se han ido todos. Todos menos él. Él también se fue pero ha regresado. Un giro de trescientos sesenta grados y unos kilómetros de una carretera con baches. La soledad. Compañera. Amiga. Enemiga. Aguijón. Paño. Bálsamo. Ponzoña. Soledad. Uno. Él.
Pisa la arena con los pies descalzos. Atrapa un terrón que se deshace con la presión de los dedos. La brisa... Cuando todo pasó no queda más que el recuerdo. Cuando todo pasó no queda nada menos que el recuerdo. Más o menos. En un producto es menos. El recuerdo teñido de melancolía es una suma o una resta o una suma con números negativos. Más o menos. En una suma depende de los sumandos. Más o menos. Más. Sí. Más. Mucho más. Un resultado absoluto. Un número para retirarlo, para colgarlo en lo alto del firmamento, como en las canchas de baloncesto. Tender una tela de araña o un hilo de seda entre Venus y Júpiter y colgar ahí aquellos momentos. Y cada Julio mirar Júpiter y Venus,el hilo de seda y los recuerdos. Un telescopio. y verlos bajo las estrellas como en la terraza de un cine de verano. Agitados por el viento de la Via Láctea y sacudidos por tormentas de ámbar de Andrómeda.
Pisa la arena con los pies descalzos. Atrapa un terrón que se deshace con la presión de los dedos.  Busca entres las olas restos de la estela que dejó la singladura. La olas han devoraron los restos hace horas. Vivió un deja vu. Pensó en una puerta en el tiempo. Un paso, atravesar el arco ardiente y al otro lado no sería necesario el recuerdo. Pero no dio el paso. Salir del presente. Entrar al pasado. El pasado no es igual. El pasado cambia cuando sus protagonistas salen del hoy para viajar al futuro. Pero el pasado puede cambiar si atraviesa esa puerta. Si cambia el pasado se quedará sin recuerdos. No desea perder esos recuerdos. Esos no. Nunca. No atraviesa la puerta que alguien se dejó abierta. Quizás debería haberla atravesado. Quizás no. Seguro que no. Tal vez sí. Una vez la atravesó. Si la atraviesa ahora podría quedarse sin nada.
Pisa la arena con los pies descalzos. Atrapa un terrón que se deshace con la presión . Y regresa por un camino con baches a la orilla que dejó. Sólo. A un lado la Luna a otro Júpiter y Saturno con la seda de sus recuerdos. Se tumba. Ahueca los montones de arena. Deja que las olas mezclen sus recuerdos. Deja que el viento terral disuelva el vaho del cielo de estrellas. Apoya la cabeza en las palmas de sus manos. Cierra los ojos y mira entre Júpiter y Venus sus recuerdos expuestos proyectados en un lugar donde sólo el puede verlos.
Pisa la arena con los pies descalzos. Atrapa un terrón que se deshace. Si se abriera la puerta del tiempo quizás esta vez sí la cruzaría. O quizás no.

sábado, 11 de julio de 2015

El pozo

Nadie entendió cuando lo abandonó todo. Menos aun cuando dibujó en el suelo un círculo de dos metros con su persona como eje, y después compró ladrillos, hizo una tapia cerrada que superaba dos palmos su altura. Después fue hundiendo el pozo en el suelo. Con ayuda de una polea elevó los capazos de tierra y piedra para verterlos en el exterior. Un día dejó de ahondar el agujero. Aunque era muy huraño, era visitado con mucha frecuencia por gentes del pueblo, unos preocupados por su salud, otros divertidos por aquel esfuerzo inútil de uno de sus convecinos. Al principio salió, pero cuando cumplió sus necesidades de un pequeño huerto que extendió por las paredes, cuatro gallinas y dos conejos, colgó de la pared uno de esos jergones suspendidos que usan los alpinistas dejo de salir. Cuando llovía guardaba el agua. Con sus necesidades y el compostaje de los detritus de las hierbas fabricaba el abono que necesitaba para su supervivencia. Hizo una cava junto al suelo de donde consumía hongos y musgo. Los que le miraban no le veían triste ni alegre, tampoco aburrido ni desesperado. Tampoco tenía mucho tiempo en aburrirse. A pesar de lo alejado de cualquier pueblo o ciudad, casi todos los habitantes se acercaban en algún momento. Los ancianos venía por la mañana, se asomaban, se apoyaban en la pared que hacía de brocal y dejaban caer alguna pizca de ceniza de cigarro, algún mondadientes, o salivilla. Por la mañana a última hora venían muchachos y muchachas. Las muchachas reían alborozadas mientras los muchachos más intrépidos caminaban en círculos con los brazos extendidos por lo alto de la tapia. Cuando decidían marcharse, más allá del mediodía, muchas veces alguno se arrancaba y vertía una meada que llegaba de una pared a la otra, gracias a eso la mayoría de las veces no llegaba al suelo. La siesta era solitaria, calurosa en verano y cálida con tonos anaranjados que no llegaban al fondo en el invierno. Las últimas horas de la tarde y la noche traían a los enamorados, a los melancólicos y a los tristes. Un día alguien echó al fondo una moneda convenciéndose de que con el gesto vería cumplidos sus deseos, desde ese momento monedas y más monedas, de poca cuantía, pero en una lluvia constante y mantenida que le habrían servido para amortizar la obra. Cigarrillos, mondadientes, salivilla o monedas, nunca protestaba, se cobijaba en la tienda de la pared o en la cava si se veía más amenazado y esperaba que escampase el temporal. Y un día desapareció. Sin dejar rastro. Aunque no se puede precisar cuando ocurrió porque fue una semana lluviosa donde pocos se acercaron, precisamente la lluvia y en el lodo de alrededor no dejó ningún rastro de pisadas. Algunos fabulaban con un helicóptero, o más allá,un ovni que le elevó por los aires. Los más viejos por boca de las leyendas apuestan porque la tierra convertida en lodo por la lluvia se lo tragó, y el fondo de su pozo vallado sería su último lecho. No se sabe. Ni se sabrá hasta que este cuento no sea historia o prehistoria y alguien excave como en Atapuerca y los hombres sean distintos si hay hombres. Han hecho un nuevo vallado alrededor y alguien ha excavado un agujero más pequeño donde se siguen echando monedas. Cada semana en invierno, cada día en verano , las monedas desaparecen. Esas sí que se sabe quien se las lleva.