domingo, 1 de junio de 2014

IGLESIAS ( Una historia de Vlad)

Ni en la National Library de Londres, ni en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, por mucho que había hurgado entre legajos, incunables y escritos cuneiformes había encontrado Vlad referencia alguna a la depresión en los vampiros. Los vampiros de todas las épocas se habían encontrado satisfechos con su existencia. Ni un rastro de angustia o desesperación desde que el hombre escribía. O si lo había habido quedaba oculto al tiempo. 
De sus tiempos en la Arrixaca como médico, Vlad aprendió a identificar la naturaleza de una enfermedad para intentar tratarla. Comprender y actuar. Vlad necesitaba comprender qué le ocurría. Más de un sorbo de sangre le resultaba repulsivo. Comenzaba con náuseas, arcadas y toses que le impedía seguir con la succión. Estaba demacrado. Su tez se había llenado de arrugas, su cuerpo se había encorvado. Los trajes, sus hermosos trajes negros le hacían aguas en la sisa, los hombros caían hacia delante obligándole a colocar hombreras. Si ensartaba los botones en en su ojal, su cuerpo parecía el badajo de una campana. Tenía que usar tirantes para que no callesen los pantalones. ACariciaba su abdomen que no se hundía sino que salía en cada uno de los gestos de su respiración, flácido, con el tacto helado del vientre de un batracio. Debía alimentarse de sangre fresca de jóvenes y de niños para recuperarse, pero no le apetecía. No. Así no duraría mucho tiempo. Un vampiro bulímico. Un primer caso. Nosferatu deprimido. Sangre. Quizás había llegado el fin. Se resistía . su naturaleza le obligaba a seguir. Salió de su guarida. Caminando. NO se molestó en sublimarse o volar. Caminó. Paseó a pasos cortos de anciano. Buscando su cena. Un parque de noche siempre es un sitio propicio para encontrar soledades. Luna llena. Con suerte algunos amantes. En un parterre el tronco de un metro de diámetro de un banano de ciudad. Delante la luna. Caminó por la sombra hasta el tronco donde se ocultó. Enfrente un banco. en el banco la cabellera de un pelo largo poco cuidado de un rubio ajado canoso. Sintió el apetito en el filo de sus colmillos, succionó un sorbo de la saliva que había inundado su boca. Un pelo de mujer triste. Una mujer sola en una noche con luna espera o desespera, una mujer madura, una sangre con un sabor acre, con el color ligeramente ocre de un fumador empedernido. Un sabor que en otro momento le resultaría desagradable, era ahora justo el alimento que le apetecía. Sangre triste. Una cena frugal recalentada le sentaría mejor que los borbotones, la sazón y las especias de una sangre adolescente. Haría una mejor digestión. 

La mujer no se apercibió que las lechuzas, los búhos y los insectos habían callado. Vlad apartó la coleta. Lanzó los dientes sobre una yugular que estaba cubierta de vello. Apartó la cabeza y el muchacho la apartó a su vez y le miró. No gritó. Se puso en pie pero no huyó. “Podéis matarme, pero nuestro movimiento no lo va a parar ya nadie. Os ha escocido la derrota en las elecciones. Aunque yo muera esto sólo es el principio de la revolución de los ciudadanos” Vlad quedó perplejo era un hombre joven con mirada algo triste pero decidida. Retrocedió. “¿De qué hablas?” “¿Quién te envía? ¿La banca? ¿la casta, sí? Temen que se acabe su pastel.” “Yo soy un vampiro” susurró. “Un banquero. Acabaréis en la cárcel y los bancos nacionalizados” “¡Un vampiro! ¡Vam-pi-ro!” “ Es lo mismo un chupasangre” “Soy Vlad todo el mundo me conoce” “Y yo Pablo Iglesias” “Pues yo no te conozco de nada. Te he confundido con una mujer y me he encontrado con tu barba. Me has jodido la cena” “Si no te envía nadie únete a nosotros. Te ayudaremos a que desangres a quienes han desangrado a la clase obrera. Juntos podemos” “¿Con alguien que se llama Iglesias? ¡Yo vivo sólo!. ¡Yo trabajo sólo!. ¡Yo puedo sólo!” Yo muero solo , pero no lo dijo. Morir es lo único que se le niega a un vampiro. Desapareció. 

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