viernes, 24 de agosto de 2012

SOSIAS


Subía en el  ascensor mirando hacia arriba. Agradecía que no hubiese ningún vecino con el que tener que conversar ni de tiempo ni de crisis. Aunque tenía la tentación de sentarse, coger una cerveza y ver pasar lo que quedaba de tarde, se iba a cambiar, ponerse los pantalones cortos, las deportivas y a hacer unos kilómetros.

Las suelas de los zapatos se pegaban al descansillo. Su camiseta empezaba a humedecerse por dentro con la humedad atrapada. Sacó la llave del bolsillo. Giró la puerta con las que le parecieron sus últimas fuerzas. Abrió y se detuvo un segundo, sólo un segundo para evitar que el fresco ártico del aire acondicionado no escapase escaleras abajo. Dio dos pasos hacia su habitación y del salón a la derecha salió su hija. Gritó.

“¡Mamá ha entrado un hombre en casa!” “Hijita ¿has vuelto a tener una pesadilla? Soy yo papá” “Usted no es mi padre. ¡Mamá, papá!” “Sí que venga mamá y así te tranquilizas, papá no puede venir porque soy yo. Cariño. ¿Qué le pasa a la niña?” “¿Quién es usted?¿Qué hace usted en mi casa? Márchese. Si sale mi marido que se está cambiando para salir a hacer deporte se va usted a enterar” “Vengo muy cansado. No estoy para bromas. ¡Vale ya!” “Sí, vale ya, márchese” “¡Papá! Un señor ha entrado y no se quiere marchar. Ven ya. Está en el baño mamá. Dice que ya sale” “Ya lo he oído. En el baño como siempre cuando lo necesitamos” Él no había oído nada. “No estoy en el baño. Estoy aquí. He abierto con  mi llave. He entrado a mi casa y esperaba ver a mi familia. Basta ya de bromas. Se me va  a hacer de noche para salir a correr” “No dé un paso más que ya sale mi marido” La niña hace el gesto de arrastrar la mano de alguien que debe tener su misma altura a quien no ve. La mujer, su mujer se da la vuelta y habla hacia un punto donde él no ve más que aire. “Mira papá ese es el señor que dice que eres tú” “Manuel dile a este señor que se marche. No lo está oyendo señor. Alto y claro se lo ha dicho, o se va o llama a la policía” “Señora, María, que ya me estoy liando, Inesita, no lo he oído porque soy yo. Repito he abierto con mi llave, y mirad mi cartera, llevo vuestras fotos. ¿Por qué había de tener la llave del piso o llevar vuestras fotos en la cartera si no sois mi familia” “Me está usted asustando. Es un obseso. Dios sabe cuanto tiempo habrá estado acumulando información sobre nosotras y ahora va a atacar. Menos mal que mi marido no se había ido todavía “ “Su marido… tu marido soy yo, sólo yo” “Papá dile que se marche” “Pasa cariño, llama a la policía” Ella se aparta, y Manuel aunque no ve a nadie también da un paso atrás. Se lleva la mano al rostro. No sabe si reír o llorar. Está muy cansado. “Mi marido está llamando a la policía. Aproveche su última oportunidad y váyase” Mira al salón y no ve nada. “Me puedes dar un poco de agua fresca en el vaso verde que hay en el segundo estante de la alhacena amarilla que tengo desde niño y que dejo sobre una gamuza azul ajada” “si pretende sorprenderme no lo va a hacer, tiene llave de mi casa y tiene fotos mías y de mi hija. Sabe Dios cuantos detalles más sabrá. Tome el agua en el vaso favorito de mi marido” “María. Esta broma ha pasado todos los límites. Si salgo por esa puerta te prometo que no volveré a entrar. Nos veremos en el juzgado” “Si no sale por esa puerta es cuando nos veremos en el juzgado” “Adiós”. Cierra con un portazo. Escucha a través de la puerta la conversación de alivio como si estuviesen hablando con él pero él no se oye y cree que no está.

Pasa por la puerta del bar debajo de casa. “¿Un cortado como siempre Manuel?” “Sí” Sonríe con su identidad reafirmada. “¡Uy perdone! Le había confundido con Manuel el del piso de arriba ¿Quiere un cortado?”

No hay comentarios: