jueves, 30 de agosto de 2012

SOBRE LAS AGUAS


Sentado al final del dique que sujeta la playa artificial en una noche de luna llena enfrente queda la isla Perdiguera. Allí antes había un chiringuito. El chiringuito cerró en aplicación de la Ley de Costas. Ahora la isla es privada. He pasado algunos buenos momentos en esa isla. Eso recordaba aprovechando que la estela de la luna dibujaba una senda sobre las aguas. Está bien estar solo. Está bien estar acompañado. Estaba solo. La estela de la luna se rompía por un punto que dibujaba su propia estela y que se acercaba hacia mí. Por la noche son pocos los barcos que navegan y una moto de agua impensable. Una patera en el Mar Menor sería ridículo. La ganancia de botar una patera desde La Manga hasta La Puntica, Los Alcázares, La Ribera, Los Urrutias o Los Nietos se antoja ínfima. Si todavía fuese a otra comunidad autónoma  o desde otra comunidad autónoma, ahí sí que encontraríamos diferencias. El punto se acercaba directo hacia mí a una velocidad muy alta. En pocos minutos divisé que aunque el punto era pequeño refulgía desde las aguas. Cuando llegó a la línea de las boyas antimedusa se detuvo. Todavía no podía reconocer sus formas. Se elevó unos metros y saltó al otro lado siguiendo su singladura. A penas a diez metros reconocí una figura que parecía humana que flotaba o caminaba sobre las aguas sin necesidad de ningún artilugio, al menos algo que yo conociese. Se detuvo y saltó a tierra al final del espigón. Pensé huir, pero aquello había venido directamente hacia mí desde el mar caminado sobre las aguas. ¿Y si fuese una revelación? Jesús caminó sobre las aguas del Mar Muerto, que es un mar poco más salado que el Mar Menor. Eso me convertiría en un profeta con una Nueva que dar al mundo. Eso sí que me dio ganas de echar a correr. Menuda responsabilidad. Me di la vuelta. Y despacito y callado me iba pero una mano de dos dedos con el aspecto de las patas de un avestruz y con la piel como el cuello de una tortuga me detuvo.

“No me haga nada” “Tranquilo”. Me di la vuelta. Una cabeza enorme chafada, con dos ojos saltones que protruían por la frente. “Pensaba que eras Jesús al verte brillar caminado por las aguas y eres ET” “Sí eso me dicen con frecuencia” “Eres clavado” “Es que no eres el primer humano a quien nos mostramos” “¿No me digas?” “Sí la película de la que me hablas fue una copia de la realidad” “¿Os mostrasteis a Spielberg?” “Sí. Pensamos que las personas que son capaces de crear personajes en la ficción pueden ser más permeables a  contactos con seres distintos” “No me digas que también os presentásteis a Robin Willians” “ También. Fue muy receptivo con nosotros y se empleó a fondo en nuestra causa. De hecho demasiado. Tuvimos que renunciar a seguir manteniendo contacto con él” “Pues hicisteis bien porque hay quien le ha tomado por loco” “Entendemos que es difícil. Esperamos contigo tener más suerte. Entre Spielberg que se lucró hasta el extremo y Robin Williamas que se volcó de un modo desenfrenado, puede haber un punto intermedio en nuestra causa” “¿Y ese soy yo?” “El mundo de ast puede ser una buena herramienta para que un día podamos contactar de un modo sereno” “Me halaga que tengáis al mundo de ast en tanta consideración, pero sólo es un divertimento” “La diversión nos gusta. Por eso abandonamos nuestro planeta” “No comprendo ¿Por qué?” “Por aburrimiento” “¿El aburrimiento puede llegar a tanto?” “Sentimos como los humanos, pero nuestro mundo evolucionó tanto que se parecía mucho al cielo” “Estupendo” “Había paz siempre, lo que querías comer, beber, mirar, tocar, oler, si querías sexo , lo que quisieses sólo tenías que desearlo. Nadie tenía malos deseos, ni malos pensamientos , ni malas acciones, incluso la naturaleza estaba bajo control, ninguna necesidad quedaba sin cubrir. Hasta que lo que nos divertía dejo de hacerlo” “Desde luego un aburrimiento” “Un planeta morioso. El aburrimiento nos llevó a la abulia y a la destrucción. Y aquí estamos. Solo con observaros nos sentimos vivos, pero algún día nos gustaría manifestarnos”.

Y así fue como surgió este relato

miércoles, 29 de agosto de 2012

CINe DE VERANO


“¿Todavía seguís pasando películas en el cine de verano?” “Sí. Es una cuestión romántica. Desde mi abuelo ese cine no ha fallado ningún verano. Porque no pagamos alquiler,  la máquina de proyección está pagada, si no no sería rentable” “Va poca gente” “Sólo llenamos en las películas de dibujos para niños el resto muy poco” “Vamos que un año de estos no abrís” “ El primer año que hagamos pérdidas bajamos la persiana o bajamos el telón que es más apropiado” “¿Cuándo calculas que sea eso?” “Este mismo año, si no llega a ser por un imprevisto las cuentas no habrían cuadrado” “Es raro. Los imprevistos suelen echarte abajo los balances. Lo contrario se llaman milagros” “Hasta cierto punto sí” “Si hay un milagro hay un santo detrás” “No sé si un santo, un filántropo o un loco, pero nos ha salvado la temporada” “Cuéntamelo” “A principio de verano. El último fin de semana de junio, cuando estábamos colocando las primeras carteleras se me acercó un señor.”

“Oiga ¿qué días tienen menos público en el cine?” “No hemos empezado todavía señor” “Eso ya lo sé, pero supongo que habrá un patrón que se repita todos los años” “Los fines de semana están bien. Quizás los martes y los jueves” “Le compro todas las butacas de cada uno de esos días toda la temporada” “¿Está de broma?” “No. Se lo digo muy en serio” “¿Es usted empresario y quiere dedicarlo a sus clientes o empleados” “No, sólo estaré yo” “¿Bromea?” “No” “Es una cantidad, aunque le haríamos un buen descuento” “Por el dinero no se preocupe, lo consideraré el dinero mejor invertido” “¿Quiere ver la programación?” “Sólo quiero ver una película” “¿Cada día?” “No. La misma siempre”

“No lo puedo creer. Ese tío estuvo viendo la misma película dos veces por semana todo el verano” “Y no falló ni siquiera un par de días de lluvia” “¿De qué película se trataba?” “Atrapado en el tiempo” “¿La del día de la marmota?” “Sí esa en la que Bill Murray  es un hombre del tiempo que va a ver como cada año el día de la marmota en el que un pueblo contempla si una marmota sale para predecir si ha acabado o no el invierno. Va con mucha desgana y queda atrapado en un día interminable, repitiendo el mismo día una y otra vez, sólo él es consciente de que se trata de un día idéntico distinto” “¿Y qué puede hacer una persona que ve diecisiete veces en un verano una película?” “Siempre lo mismo. Llegaba quince minutos antes de la hora. Se sentaba detrás Le ofrecimos empezar antes e insistió que no, que no había prisa. Cuando empezaban los créditos se levantaba sin perder de vista la pantalla, caminaba con cuidado como si sortease a otras personas sentadas. Se acercaba a la cantina que estaba en el lateral de la pantalla. El cantinero tenía que esperar cinco minutos antes de atenderle. Compraba un bote de cerveza y dos bolsas de pipas y regresaba a su asiento a comerse el bocadillo de tortilla” “¿Con tomate?” “En eso no reparé” “ A mí me gusta con tomate” “No sé pero seguro que no cambió ni un solo día. Y eso es todo. Para nosotros fue un ángel. La distribuidora de las películas, por supuesto  no puso ningún problema, sólo se interesó en si teníamos más como ese. Le dijimos que no, que era único y que ojalá nos durara” “¿Y por qué hacía eso?” “Se lo pregunté. Quizás no debí hacerlo pero se lo pregunté” “Estaba un poco loco” “ No lo sé. Me respondió que él un día fue feliz, con una felicidad tranquila, sin sobresaltos , sin altibajos, en nuestro cine viendo esa película, cada vez que venía volvía a ser feliz del mismo modo. Me dijo que la felicidad no es fácil de conseguir y que si alguna vez la consigues no te cansas de repetir” “La mayor parte de la gente sí que se cansa” “Él no” “Me alegro de verte. El verano que viene iré a vuestro cine” “Ya sabes que ni los martes ni los jueves que están apalabrados”

martes, 28 de agosto de 2012

ÉLITROS


“Fina ¿Tú crees que hay cosas que pueden llegar a cambiarnos?” “Muchas. Mientras sigas viva” “No seas bruta. Quiero decir cosas pequeñas: detalles, una palabra, un gesto, un sonido o un sueño” “Poco parece” “¡Qué poco idealista eres!” “Hasta nada” “Pues yo sí lo creo” “Hoy algo te ha cambiado” “Sí. ¿cómo lo sabes?” “No es difícil siguiendo tu argumento . Ha sido el mayordomo” “¿Qué mayordomo?” “No te preocupes. No tiene importancia” “¿Por qué has dicho lo del mayordomo?” “No-tiene-importancia. Dime ¿Qué ha hecho que cambie tu vida?” “Me encanta que te interese” “Sí” “Voy a ser como una mariposa” “Por fin te has decidido a salir del capullo” “Noooo. Las mariposas son libres. Vuelan de flor en flor y deciden donde van a libar. Cada día es distinto para ellas” “Me parece recordar que las mariposas vivían muy pocos días” “Pero unos días intensos y no como nosotras. Míranos. Cada día igual. Nos sacan expedientes de ese despacho, los resolvemos o no, pero al día siguiente hay aún más expedientes” “Esencialmente es así” “Pero nosotros valemos mucho más que un montón de estos papeles. Mucho mucho más” “Por supuesto” “Y en nuestro interior hay una mariposa repleta de colores y de deseos por conocer el mundo  a su alrededor” “A mí si me dan a elegir me quedo dentro del capullo” “ ¿En la oscuridad?” “Segura como una monja de clausura en su celda del convento, tranquila sin siquiera necesidades vitales a las que dar curso. Sólo crecer lentamente” “¡Qué aburrimiento!” “¡Qué tranquilidad! Y ahora que vas a ser una mariposa ¿qué vas a hacer?” “Aprenderé a decir que no. De hecho de entrada diré siempre que no” “Que no a qué o a quién” “Que no a todo. A mi madre. Al jefe. A la policía. A los semáforos y hasta a los pasos de cebra” “Una revolución” “ A mi manera sí. Estoy harta de que me fastidien fines de semana porque han surgido viajes, o porque hay que preparar unos documentos para el lunes, más aun cuando son cosas que podrían haber quedado terminadas semanas antes. Si no se puede hacer pues no se hará, y si no haberlo dicho con tiempo” “Me parece que si hacer eso sí que vas a volar, pero por mucho tiempo. Te van a sobrar flores en tu carnet de desempleo” “¿ La dignidad no es hermosa?” “Si la comparas con una cola del inem no sé qué decirte, mi estética puede ser bastante flexible si las razones son poderosas” “Hoy estás por chafarme” “En absoluto, pero vuelas muy alto, a poco que te descuides tiras todo el lastre y te quedas a la deriva” “¿Y qué? Iré donde el viento me lleve, y cuando pare batiré alas a la busca de nuevos bosques o praderas” “¿ cuando lo vas a poner en práctica?” “Mañana me voy de viaje, buscaré en internet un vuelo barato, da igual el destino, y me iré de puente con los días que me deben” “Harás muy bien mariposa”

Se abre la puerta. “Alicia. Pasa un momento a  mi despacho por favor” “Vamos Alicia empieza a batir las alas”

Sale circunspecta. Los ojos brillan. Las mandíbulas apretadas. En el ojo un tic. Las alas no se ven por ningún lado.

“¿Qué te pasa mariposa?” “¡No me hables cerda!” “¿Y tus alas?” “Treinta expedientes para el lunes” “Pero saca tus alas. Es tu oportunidad. Si no los haces tus alas delanteras se convertirán en élitros” “¿Élitros?” “Algunos insectos queratinizan sus alas delanteras para proteger las traseras más delicadas” “¿Qué insectos?” “Los escarabajos Alicia” “Fina ¿Me ayudas a hacer pelotas de mierda?” “Pues claro verás que redonditas nos salen”

lunes, 27 de agosto de 2012

PAPI


Hijos qué guapos estáis dormidos. Ahora nos vemos poco. Os parecéis mucho a mi. Cuánto os va a echar vuestra madre de menos”.

“¿Qué tal tú por aquí? “ “Voy a quemar unos rastrojos” “Entresemana no sueles venir” “Pero uno se hace mayor y tiene querencia por la tierra” “Pasa que se te echa la noche encima. ¿la familia bien?” “Tirando tío Nicolás”. Pasa la cancela metálica. Cierra la puerta a sus espalda. La finca, de aproximadamente una hectárea, está completamente cercada.

Su padre siempre tiene troncos apilados para hacer brasas. Ramas más pequeñas para que prendan. Nunca ha usado pastillas para prender una hoguera. No lo va  hacer ahora. Un claro en medio de la finca es el lugar adecuado. Forma dos paredes y un fondo con ladrillos . Encima una chapa que usan para las barbacoas cuando el día del santo de su padre y su hermano se junta toda la familia. El perro ladra alrededor del coche. Se acerca y lo acaricia. El perro lo lame pero no se aparta de la puerta trasera del automóvil. Revisa la estabilidad de la covacha. Va a necesitar mucha temperatura, como un horno.

Un lecho de ramas finas. Un lecho de troncos entrelazados para que entre el aire imprescindible para una buena combustión. Vuelve al coche que había dejado cerrado a pesar de haber cerrado la puerta tras de sí. Saca dos sacos de basura negros. Uno es más pesado que el otro. Orienta sus pasos a la pira sin encender. Para a medio camino. Se le adormecen los dedos en la mano derecha donde lleva unos arañazos. Deja el peso de esa mano y sigue con el más pequeño. Lo sitúa sobre los troncos y regresa a por el otro más pesado. El plástico ha comenzado a desgarrarse, lo coge en brazos. No siente calor. No sienta nada. Solo la fatiga del peso. Lo sitúa al lado del otro y rellena los huecos por encima con troncos. Deja más troncos en el lateral para rellenar el fuego. No sabe cuánto va a durar. Sólo deben quedar cenizas. Ni un resto. Coge encendedor que emplea su padre para meter fuego. Directamente sobre hierbas secas. Ni papel. El fuego tiene su ritual. Hace dos días llovió. Las hierbas están húmedas. Cuesta encenderlas, después el humo será espeso, el vapor despedirá esencias que disimularán el olor. Vuelve a la cocina y busca broza seca en un rincón a salvo de la lluvia y del rocío. La acerca y ahora sí prende como yesca, y poco a poco las ramas finas comienzan a humear. El plástico prende antes que las ramas, las dos bolsas se deshacen en un instante dejando dos cuerpos pequeños expuestos a llamas . El rígor de la muerte los mantiene en la misma posición aovillada en que quedaron después que el oxígeno abandonase definitivamente sus pulmones y su sangre se detuviese en sus venas. Él los contempla. Tranquilo. Él mismo ha denunciado la desaparición. Un padre desesperado. Un nuevo caso como el de la niña inglesa. El fuego prende todas las ramas. Olor a pelo quemado. Olor a grasa achicharrada que le recuerda el de algunas matanzas que se han hecho en el mismo lugar. Cuando el fuego consume la madera introduce más y más madera hasta que cada vez hay menos restos que quemar, pero sigue así varias horas.

“Vuestra madre estará llorando desesperada. Nunca podrá llorar vuestros cuerpos. Que sufra. Que sufra como ella me ha hecho sufrir a mí”

Si no hay cadáver no hay caso. Está preparado para lo que venga. Cree que es suficiente. Con un hierro muele las brasas y lo que quede. Cuando se enfríen buscará si queda algo que quemar y enterrará las cenizas. Mañana será otro día. Le echa de comer al perro, se ducha,  se cambia de ropa y se va.

domingo, 26 de agosto de 2012

EL NIDO


Sentado delante del ordenador la percepción del calor en una noche bochornosa de agosto es mayor.  La concentración en la pantalla te impide apreciarlo. Cuando las gotas de sudor chorrean por la frente y las sienes y debes girar la cabeza para que una gota no rompa sobre el teclado vuelves a la realidad. Te sales de la pantalla como quien se apoya al borde de una piscina y vuelves a tu mundo caluroso. Ahora te das cuenta que desde que te sentaste sientes agitarse el cabello corto junto a tu sien derecha. Un cosquilleo leve. Agradable. Como un tic o los movimientos automáticos de un orgasmo. Intentas volver al karma del que te ha sacado. Vuelves a conectarte, lentamente porque es una conexión 3G. Hace el recorrido por tus páginas feisbuk, los periódicos económicos y los deportivos. Todos igual que hace siete minutos. Cierras la conexión para no consumir megas y abres el documento de Word en el que estabas trabajando sin que el cosquilleo que ahora se acompaña de un zumbido muy  ligero, como veinte veces más bajo que el de una mosca o un mosquito. Picor en la zona del tic. Acercas la mano que tienes entumecida por el ratón. Cuando vas a apoyar la uña del índice sobre la piel el cosquilleo se contagia al dedo y desciende por el cuello. Miras y sacudes el borde húmedo de tu camiseta. Un cucaracha de seis centímetros marrón cae al suelo. No soportas las cucarachas. Ahora concuerdan todas las últimas sensaciones que has experimentado, el picor, los pequeños espasmos y el zumbido sigiloso. Corre por el suelo, Corre por la pared y amenaza con ocultarse entre los cojines de tu sofá favorito. Te levantas descalzo con la zapatilla en la mano. La persigues. Impides que se oculte y golpeas. Queda aturdida patas arriba. Golpeas y la desmiembras parcialmente. Dos o tres sacudidas y queda inmóvil. La recoges y la tiras a la basura para evitar que se convierta en un festín de hormigas.

Por la noche no te puedes quitar de la cabeza la sensación tan agradable del cosquilleo detrás de tu oreja antes de saber que se trataba de un insecto que detestas. La recuerdas en el suelo con su color tan brillante que te recuerda al ámbar. El movimiento grácil de sus patas delgadas como batutas. Su huida. El aturdimiento lastimero después del primer golpe y su apariencia debilidad una vez muerta por desmembramiento. Y ahí termina la pesadilla.

Unos días después, por la noche, a la luz de la pantalla vuelves a tener el mismo cosquilleo. Tardas en darte cuenta. No es lo mismo. Es muy parecido pero no es lo mismo. La sensación que te acompaña proviene esta vez del oído. No. No es lo mismo. No sientes los espasmos. Introduces el índice en el oído. Nada más entrar se recrudece el hormigueo que se convierte en una sensación de que algo bulle. Sin apenas presionar percibes un chasquido dentro del oído. Sacas el dedo. Entre el cerumen , aplastada, una cucaracha pequeña , de algo menos de un centímetro. Sudor frío. Dolor y remordimientos. Habías acabado con la madre y ahora con la hija. Te limpias con un kleenex y depositas los restos en el jardín junto a los de la madre. No has tenido pesadillas porque no has conseguido  dormir.

Por la mañana has visto alborozado corretear dos pequeñas más por tu almohada. La prole no se extinguía con tu víctima. Reclinas la cabeza y corren con sus patitas negras hacia tu oído, siempre el derecho. Ni por un instante has pensado que puedan suponer problema alguno para tu salud. Además el deber es el deber y estás en deuda. Ahora sí vas a descansar. En un par de horas saldrás a una pastelería a comer algo dulce. Para ti y para ellas.

sábado, 25 de agosto de 2012

LA LECHERA (VERSION LIBRE)


A primeros de febrero  Isabel se había quedado sola en la inmobiliaria. Hoy se había reencontrado con sus compañeras bronceadas. El jefe y las cuatro vendedoras, e incluso el guardia jurado se habían ido a Cuba una semana. Le dijeron que ella también comprara. Con tres mil euros, en una semana podía embolsarse quince veinte o treinta mil euros, según su propia habilidad al negociar. Era mucho dinero. Para ella. No entró. Hoy habían regresado contando las anécdotas del viaje.

“El lunes nos dan otra promoción en la costa. Son sólo veintiocho viviendas. ¿Alguien quiere alguna que nos las quitan de las manos? Viene algo más caras, que el constructor también quiere su tajada” El matiz no hizo que ninguna de las manos se agacharan. Isabel que dudó levantó la suya.”¿Cuántos, dos, tres, dos, cuatro ¡muy bien Nico te veo en tu propia promotora en muy poco tiempo!¿Y tú Isabel? Te has convencido. ¡Por fin! En octubre nos acompañas a Santo Domingo” “Uno ¿sólo uno?” “Está bien para empezar”.

Un poco de liquidez para darse algún capricho. Ser hija única le obligaba a echar un cable a sus padres. No había excusa. Iban un poco justos. Tenía la sensación de desenvolverse en su vida con el freno puesto. Siempre con una velocidad. Menos. Si mantenía el ritmo de sus compañeros de dar dos o tres pases al año, ella no era avariciosa, podría tener su propio apartamento, y un coche, que la Vespa estaba bien para el verano pero en invierno pasaba frío. Y hacer algún viaje. Contarlo después sonriendo, comentando siempre las aventuras inventadas o no, ir a lugares que sus padres, ya mayores cuando ella nació, ni siquiera podrían soñar. Y una casa en bajo cerca de la playa, para sus padres más que nada , ella sólo iría en verano o en el invierno si tenía algún ligue y quería un sitio discreto. “Uno de momento sólo uno muchas gracias”. Qué emoción sentía. No perdería más trenes.

“Ha habido mala suerte con la última promoción.  El constructor nos ha fallado. Menos mal que tenías aval de las cantidades entregadas” Todos menos Isabel suspiraron aliviados “¿Qué es el aval?” “Isabel. No lo sabes” “No” “Pues lo siento porque este tío lo tiene todo muy apañado. Ni en los juzgados le van a coger un duro. Hazte a la idea que has perdido tu dinero”

Se lamentó de haberse hecho tantas ilusiones. “La siguiente promoción, he visto el solar y es un sitio privilegiado a menos de un kilómetro del mar en Torrevieja. La orientación fantástica. Està vendido. Seguimos en la mina” Todos levantaron la mano menos Isabel “¿Isabel? Nos dejas. Tienes que recuperarte de la pérdida en caliente” “No tengo dinero” “Pide un préstamo en el banco. Ahora está el dinero muy barato” . En el banco no lo dieron el préstamo sin el aval de sus padres. Estaba contratada sólo a media jornada. Sus padres no estaban para avales. Una vez estuviese el proyecto, le financiarían el total del capital y algo más si lo necesitaba, pero el primer paso tenía que darlo sola. Se marchó y al día siguiente le dijo a su jefe que no entraba. No durmió durante un año mientras sus compañeros cambiaban de coche, vestían a la última, cambiaban a viviendas cada vez más ostentosas.

Un día empezó a dormir. Justo cuando sus compañeros perdieron definitivamente el sueño. Hasta hoy.

viernes, 24 de agosto de 2012

SOSIAS


Subía en el  ascensor mirando hacia arriba. Agradecía que no hubiese ningún vecino con el que tener que conversar ni de tiempo ni de crisis. Aunque tenía la tentación de sentarse, coger una cerveza y ver pasar lo que quedaba de tarde, se iba a cambiar, ponerse los pantalones cortos, las deportivas y a hacer unos kilómetros.

Las suelas de los zapatos se pegaban al descansillo. Su camiseta empezaba a humedecerse por dentro con la humedad atrapada. Sacó la llave del bolsillo. Giró la puerta con las que le parecieron sus últimas fuerzas. Abrió y se detuvo un segundo, sólo un segundo para evitar que el fresco ártico del aire acondicionado no escapase escaleras abajo. Dio dos pasos hacia su habitación y del salón a la derecha salió su hija. Gritó.

“¡Mamá ha entrado un hombre en casa!” “Hijita ¿has vuelto a tener una pesadilla? Soy yo papá” “Usted no es mi padre. ¡Mamá, papá!” “Sí que venga mamá y así te tranquilizas, papá no puede venir porque soy yo. Cariño. ¿Qué le pasa a la niña?” “¿Quién es usted?¿Qué hace usted en mi casa? Márchese. Si sale mi marido que se está cambiando para salir a hacer deporte se va usted a enterar” “Vengo muy cansado. No estoy para bromas. ¡Vale ya!” “Sí, vale ya, márchese” “¡Papá! Un señor ha entrado y no se quiere marchar. Ven ya. Está en el baño mamá. Dice que ya sale” “Ya lo he oído. En el baño como siempre cuando lo necesitamos” Él no había oído nada. “No estoy en el baño. Estoy aquí. He abierto con  mi llave. He entrado a mi casa y esperaba ver a mi familia. Basta ya de bromas. Se me va  a hacer de noche para salir a correr” “No dé un paso más que ya sale mi marido” La niña hace el gesto de arrastrar la mano de alguien que debe tener su misma altura a quien no ve. La mujer, su mujer se da la vuelta y habla hacia un punto donde él no ve más que aire. “Mira papá ese es el señor que dice que eres tú” “Manuel dile a este señor que se marche. No lo está oyendo señor. Alto y claro se lo ha dicho, o se va o llama a la policía” “Señora, María, que ya me estoy liando, Inesita, no lo he oído porque soy yo. Repito he abierto con mi llave, y mirad mi cartera, llevo vuestras fotos. ¿Por qué había de tener la llave del piso o llevar vuestras fotos en la cartera si no sois mi familia” “Me está usted asustando. Es un obseso. Dios sabe cuanto tiempo habrá estado acumulando información sobre nosotras y ahora va a atacar. Menos mal que mi marido no se había ido todavía “ “Su marido… tu marido soy yo, sólo yo” “Papá dile que se marche” “Pasa cariño, llama a la policía” Ella se aparta, y Manuel aunque no ve a nadie también da un paso atrás. Se lleva la mano al rostro. No sabe si reír o llorar. Está muy cansado. “Mi marido está llamando a la policía. Aproveche su última oportunidad y váyase” Mira al salón y no ve nada. “Me puedes dar un poco de agua fresca en el vaso verde que hay en el segundo estante de la alhacena amarilla que tengo desde niño y que dejo sobre una gamuza azul ajada” “si pretende sorprenderme no lo va a hacer, tiene llave de mi casa y tiene fotos mías y de mi hija. Sabe Dios cuantos detalles más sabrá. Tome el agua en el vaso favorito de mi marido” “María. Esta broma ha pasado todos los límites. Si salgo por esa puerta te prometo que no volveré a entrar. Nos veremos en el juzgado” “Si no sale por esa puerta es cuando nos veremos en el juzgado” “Adiós”. Cierra con un portazo. Escucha a través de la puerta la conversación de alivio como si estuviesen hablando con él pero él no se oye y cree que no está.

Pasa por la puerta del bar debajo de casa. “¿Un cortado como siempre Manuel?” “Sí” Sonríe con su identidad reafirmada. “¡Uy perdone! Le había confundido con Manuel el del piso de arriba ¿Quiere un cortado?”

jueves, 23 de agosto de 2012

EL CAJERO


Esta mañana he ido a Cartagena. Es una ciudad donde no me importaría vivir. Tiene mar. Tiene montañas junto a la costa y un clima atemperado por el Mediterráneo. He ido a coger el dorsal para el cross del Llano del BEal que se celebra este sábado. Uno de los patrocinadores, quien se ocupa de los dorsales,  es una tienda de deportes que tiene de logotipo un tritón blanco sobre fondo rojo. Como está al otro lado de la calle de El Corté Inglés (un edificio monumental), he usado su parking para dejar el coche. He sacado el ticket de entrada, no me he fijado mucho en donde he dejado el coche, pero sí que he visto que había gran cantidad de cajeros para efectuar el pago previo a la salida.

De vuelta, he sacado el ticket de la cartera, lo he introducido en la ranura, y he esperado instrucciones en la pantalla. La pantalla se ha fundido en gris. He pensado que se había ido la luz, pero el resto de luces de la ranura para las tarjetas sí que estaba encendido. He mirado a todos  lados buscando algún lugar o a alguien a quien informar de la anomalía, y cuando iba a subir a la planta de entrada he escuchado “¿Adónde vas?” He mirado a mi espalda de donde venía la voz y estaba yo solo, pero la pantalla volvía a tener imagen, pero era la imagen de un señor muy maquillado y enfundado en una túnica dorada. Me he acercado. “Hola Antonio” “¿Cómo sabe usted mi nombre?” Me he arrepentido de preguntárselo cuando me he dado cuenta de que le estaba hablando a una máquina.”Yo lo sé todo Antonio. ¿Tranquilito el veraneo en Los Urrutias?” “sí los Urrutias es un lugar muy tranquilo y allí quiero volver si me hace el favor de indicarme qué he de pagar y dejarse de esta broma” “¿Qué prisas Antonio? Yo sé todo de ti, tu pasado, tu presenta y también tu futuro. Pregúntame y aclararé tus dudas. ¿Quieres saber si vas a ganar la carrera del sábado?” “No la voy a ganar. Yo soy un corredor muy lento. Corro para terminar y si es posible no quedar el último. No quiero saber nada más” “Eres un estúpido” “Lo siento. Sí quiero saber algo. ¿Me va usted a cobrar de una vez?” “Todo a su tiempo” . He solicitado la devolución del ticket y me he ido. Pero tenía curiosidad. Me he apartado a leer unos anuncios y me he fijado si alguien más empleaba ese cajero. Una anciana, una pareja de ingleses, dos mujeres con tres niños, un señor gordo y muy alto, un  tullido y una mujer que no paraba de hablar sola. Me he vuelto a acercar. He introducido el ticket y ha vuelto a aparecer el adivino que ahora me mostraba unas cartas del tarot “Hola Antonio. Ves que estoy sólo para ti. Pregúntame algo” “¿Me estoy volviendo loco?” “No. Si lo estabas eso ya es otra cosa” “Eres un poco cabrón” “Te respondo con tu misma moneda. Yo no elegí esto” Había una niña de unos siete años que se había alejado de su mamá que miraba la oferta de unas toallas. “Oye guapa ven por aquí” “Dígame señor” “¿Qué ves en esta pantalla?” “Un señor que parece un mago” “Gracias. No te pierdas de tu mamá” La nila ha regresado con su  madre. Esta le ha preguntado que donde ha ido, la niña le ha señalado un cajero y ha tratado de explicarle que en el cajero había un mago, la madre l eha hecho un gesto de condescendencia y ha desplegado otra toalla“Ves Antonio. Aprovéchate para saciar tus dudas sobre dinero, amor, fortuna, lo que quieras” “No quiero saber nada de eso. Yo llego al futuro día a día, y el pasado ni puedo ni quiero cambiarlo. Por qué no buscas a otro” “No te he elegido yo ya te lo he dicho y quien te haya elegido se ha equivocado porque das muy poco juego” “Me estás costando dinero, exactamente tres con un céntimo cada minuto de esta conversación. ¿NO irás a medias con El Corte Inglés?” “Lo puedes amortizar si tú quieres” “No quiero. Quiero irme”

He pedido la devolución del ticket. Me he ido a la caja central donde he pagado directamente. Cuando he ido a buscar el coche no lo encontraba. Por un instante he pensado que el mago lo ha hecho desaparecer, pero sólo ha sido un despiste mío, me había equivocado de planta. Un vigilante me ha acompañado y he vuelto a casa. El sábado es la carrera.

miércoles, 22 de agosto de 2012

QUIMERA


“Pues ya no estoy con él. Si quieres ya lo tienes libre. Para ti todo, que bien que te gustaba antes” “Mira que te has vuelto bruta. Siempre fuiste un poco perra, pero tan bruta como ahora no. No te negaré que ha sido una sorpresa que ya no estéis juntos. Se os veía tan bien. Hacíais una pareja estupenda. Tomo el mundo comentaba que erais  complementarios. Desde que empezasteis a salir  era como si vuestras vidas estuviesen destinadas el uno para el otro. Fíjate que sé lo que quiero decir, pero no tengo palabras para expresarlo” “Como piezas de un puzzle, sin fisuras” “Exacto. Eso es lo que quería decir. Como un puzzle” “Un puzzle de dos piezas” “Sí, dos piezas para un puzzle” “Bastante simple. ¿No te parece?” “Fácil de hacer, pero a veces las cosas más simples son las más hermosas” “Pero fácil fácil, un puzzle de dos piezas es sencillo” “Desde luego cuando hay que encajar tres como me pasó a mi es mucho  más complicado. Eres una borde” “Perdona no había caído en eso . No ha sido un ejemplo afortunado” “Sí, es el ejemplo justo, pero no creo que vuestras piezas encajasen tan bien” “Demasiado bien” “Lo bueno no cansa” “¿Qué es lo bueno? Todo cansa. Come tu plato favorito todos los días y te hastiará, cómelo por fuerza, sin otra alternativas y el cansancio llegará a la náusea” “Eso es lo que tiene la vida en pareja. Eso, o las tres piezas como yo” “Lo sé y lo sabía, pero lo nuestro no era normal. No lo era créeme. Dejarlo ha sido lo mejor para los dos” “Eso dicen todos . Os distanciasteis progresivamente y todo acabó, como todos. No te hagas la especialista, que te conozco desde el instituto” “No, no y no. Sé a lo que te refieres y no es así. Tú conocías a Miguel antes que yo. ¿Era un hombre ordenado?” “En el banco sí, mucho, pero las veces que fui a su piso, era de los de ropa interior en el baño, pelillos en la ducha y submarino en el retrete” “Sí y así era cuando comenzamos. ¿Y la ropa, le gustaba ir de tiendas?” “No eso sí que no. Todo lo más diez o doce minutos, y para vestir era un poco desastre. Porque tenía muy buena percha, que si no iría hecho unos zorros” “¿Y cremas?” “¿Miguel cremas?. ¡Nunca! Desodorante ¡y el justo!.Pero no sé a qué viene este interrogatorio” “Que todo cambió, y seguía cambiando muy deprisa” “No salía de la ducha hasta tener todo el baño en orden, hasta que la última gota de vapor no había desaparecido. Cuando yo entraba, antes que yo saliese, mientras me maquillaba, pasaba detrás de mí, empujándome con su corpachón para limpiarlo todo y sacar mi toalla y mi ropa interior” “Eso es lo que hacías tú siempre cuando compartíamos piso” “Sí, lo hacía pero ahora no lo hago y me molesta. Además los sábados” “Para Miguel la tarde del sábado es fútbol” “Era. Estaba deseando acabar con el último bocado para…” “Echarse la siesta. Ese es él” “Para no tener problema en aparcar en el centro y aprovechar la tarde de tiendas” “¡No!” “Sí. Y se probaba todo, y aunque todo le quedaba bien decía que no encontraba nada, pero siempre compraba algo que no necesitaba” “Y tú encantada” “A mí me aburría ir de tiendas” “¿Qué me dices? Será ahora. Sí que estás cambiada” “Ya no. Ahora me vuelve a gustar y a él también me consta que ya no le gusta” “Qué cosa más rara” “¿Pero sabes cual fue el detonante final de nuestra relación?” “Dímelo tú” “Lo que me enamoró de Miguel fue que era el mejor lector de mis cuentos. Ningún detalle  por nimio que fuese se le escapa, una ortografía perfecta, una concentración en cada palabra, era mi mejor corrector, sobre todo para mí que soy absolutamente disléxica” “Eso también lo sé” “Pues Miguel comenzó a hacerme una mierda de correcciones plagadas de letras bailadas en lugares donde antes todo estaba bien. ¡Y!” “ ¿Y qué?”“Un día le sorprendí probándose uno de mis perfumes que fue mi favorito pero había aborrecido. No pude soportarlo” “¡Miguel gay!” “No. Pero si seguimos un minutos más juntos, él  y yo seríamos la misma persona, como esos puzzles que después de montarlos se encolan , las piezas pierden su identidad para siempre, lo que importa es la imagen. Eso en un puzzle de dos piezas es ridículo, y más si esas dos piezas se están volviendo iguales” “Muchas mujeres matarían por hacer a sus compañeros a su imagen y semejanza” “Yo no”

martes, 21 de agosto de 2012

DEMASIADO TARDE


Mi mujer y mis hijos lloran. Algunos de mis amigos también. Tengo que preguntarles qué ha ocurrido nunca les había visto así.

Siempre he tenido la impresión de llegar tarde a cualquier lugar o situación. Cuando cambié de ciudad y mis padres intentaron escolarizarme, el colegio que me correspondía estaba lleno, tuve que ir a uno de un barrio más alejado. En Reyes el único regalo que había pedido, los Juegos Reunidos Geyper, se agotaron. Mis hermanos hicieron la comunión con su traje, su celebración  y su montón de regalos, cuando yo llegué mi padre que había abrazado la doctrina del comunismo, transigió con que comulgase, pero si lo hacía desprovisto de los atalajes que se imponían, nada de marinero que habría sido mi deseo sino de un traje normal, nada de celebración, sólo y a última hora,  como algunos de mis  familiares no quisieron dejarme sólo en un momento tan importante  para un niño, mi padre se vio obligado a invitar a comer de forma improvisada en un restaurante, pero los regalos ya no había quien los recuperara. Cada año pedía becas, pero nunca me las concedían, para que te diesen beca tu padre tenía que ir en un 131 supermirafiori , en un Citroën tiburón o en un Dodge Dad en lugar de un Seiscientos gris de segunda o tercera mano. Mi primera novia en un baile era fea porque las guapas se habían agotado. También existe la versión exactamente opuesta donde el retal era yo. Me gustaba el mar, pero a mi padre le gustaba más el campo, ni siquiera el pueblo, el campo y para colmo muy cerca de la ciudad. Siempre me habría gustado ser médico, pero el año que hice la selectividad la nota estaba más alta que nunca, estudié económicas. Mientras hacía la carrera, todo eran oposiciones para economistas, en ayuntamiento, juzgados, comunidades autónomas, ministerios, cuando terminé y con buena nota las restricciones presupuestarias hicieron que se congelara la oferta de empleo público por tres años, después el acúmulo de interinos de esos años y los anteriores condicionaron con los sindicatos unas oposiciones muy favorables para ellos. Mi expediente era intachable, pero coincidí en promoción y Facultad con uno de los candidatos continuos al Nobel de económicas. Compré una casa de protección oficial, un atraso en unos papeles me pilló con una subida del iva, ese mismo atraso por culpa del notario me hizo perder una ayuda a fondo perdido del equivalente a un millón de pesetas. Cuando me prometí, mi novia, la menor de tres hermanas, era rica, cuando me casé mi suegro estaba en la ruina. Cuando nacieron mis hijos que acabaron las ayudas por nacimiento. Cuando fueron al colegio se quitó el bono libro. En mi pueblo tocó la lotería en el  lugar que siempre compro, pero cuando llegué se había agotado. Y ese ha sido el sino de mi vida por poco he llegado tarde a muchos sitios. No me quejo.

Mi mujer y mis hijos lloran. Se abrazan entre sí y los abrazan otras personas. Mi hijita está desolada. Hay incluso algunos enemigos. Mi madre también y  mi padre. ¿Mamá por qué lloras?. Es un tanatorio. Ese de la caja soy yo.

“¡Qué pena dicen los médicos que si hubiese llegado cinco minutos antes se habría salvado”

Eh! De qué habláis. Estoy aquí. No me veis. No soy una fantasma. No soy un fantasma. Estoy aquí. Podéis tocarme y verme. ¿ O no?. He llegado tarde a mi propio entierro. Los empleados de la funeraria entran a llevarse la caja. Esperad no me dejéis aquí. Adiós me habría gustado despedirme.

lunes, 20 de agosto de 2012

LA MOSCA


Un zumbido . De la oreja derecha a la izquierda. Hasta ese instante dormía. Me giro a la izquierda. Después a la derecha. Un cosquilleo en la nariz. Soplo. Hace calor. Estoy sudando. Silencio. Un silencio vacío con ecos que resuenan dentro de mi cerebro. No es el mismo silencio que había anoche. Un silencio como el de antes de la lluvia, o el de la selva cuando irrumpe un depredador oculto, o el silencio  que hace agacharse al héroe que intuye al enemigo. Sch. Abro los ojos. Si me mirase desde el techo vería reflejada en ellos a la mosca posada en la lámpara sobre la cama. Está arriba. Me mira con los cientos de pequeños ocelos. Si pudiese verla aumentada vería una imagen mía en cada uno de ellos. En cada uno de ellos una perspectiva ligeramente distinta. Yo sólo veo una mosca. Una mosca con cuatro alas y reflejos tornasolados, verdes, azules y alguno rojizo. No es más que una mosca. Lo sé. Una mosca negra y comedora de mierda. Pero me estudia. Se ha quedado quieta. Yo me he quedado quieto. Si me muevo me atacará. No sé cómo, pero lo hará. Será un ataque mortal o me dejará malherido. Las moscas no tienen veneno pero ésta sí . O me transmitirá infecciones: una encefalitis, quedaré retrasado o tetrapléjico, o la peste, o el cólera, o la enfermedad del sueño. Me quedo quieto. Respiro lo justo para mantener el resuello. Dejo los ojos abiertos. Si se acerca los cerrará. Sellados, sin una lágrima, sin una legaña, pero evitaré que ponga sus huevos en los tarsos de los párpados. Si los huevos dan lugar a larvas me devorarán los ojos, muy lentamente de forma meticulosa beberán el cristalino, comerán la retina, la coroides y la esclerótica. Roerán el periostio de la órbita si la dejo. Está quieta. Se mueve. Da vueltas en torno a sí misma. A veces aletea. Un mensaje. Una llamada. Cientos , miles de moscas están en camino. Puedo oír el zumbido. Gritar puede ser una solución. Estoy solo. Aunque gritase nadie me oiría. No me gustan las habitaciones exteriores por eso  elegí esta tan poco ventilada. Mi pulso se ha desbocado. Con una respiración suave no consigo  mantener mi sangre oxigenada. Aire. Necesito aire. Un jadeo, un suspiro, una respiración honda que hace que el silencio caiga hecho añicos que tintinean al alcanzar el suelo. Fija en mí sus cientos de ojos. Quizás sólo decide con uno de ellos, quizás como en los bizcos el resto son ojos ciegos de atrezzo, pero no distingo cual es el que dirige la mirada. Me contempla inquisitiva. Me ordena silencio. Me ordena quietud. Le suplico. Intento encontrar el ocelo que se ocupa de su visión. Se frota las patas delanteras. Puede oler los refuerzos. Mis días están contados. O mis días de salud. Si hubiese puesto mosquiteras en la ventana de la cocina podría haber sobrevivido, o haber evitado la invalidez. No lo hice por pereza. Por evitar la suciedad de la reforma. Y ahora la pereza me mantiene aquí. La puerta está a la derecha.  Y a dos metros la calle. Un giro, un salto desde la cama y correr. Ignoro la velocidad del vuelo de una mosca. No sé si su pestilencia contactaría conmigo. Pero si no lo hago estoy perdido. Antes de dormir controlaba cada centímetro de mi cuerpo. Ahora no sé si podría moverlo. Quizás alguno de sus ocelos tiene la capacidad de la hipnosis  o tal vez no se trata de otra cosa que de sugestión. Se mueve. Frota las patas. Mueve las alas. Se lanza en picado. Se posa en mi frente. Bebe de una gota de sudor que la puebla. ¿Me habrá contagiado?. Estoy perdido.  UN manotazo y corro. Quedan dos puertas entre ella y yo. No voy vestido. Me siento en cuclillas al lado de mi puerta. Sello con la alfombrilla la rendija inferior de la puerta.

“Vecino ¿qué haces ahí en pelota?” “No sé. Me he dejado las llaves dentro” “Me dejaste una copia. Te las traigo” “No por lo que más quieras”

domingo, 19 de agosto de 2012

CALARREONA


En la vertiente de levante de la ensenada de Calarreona en Cabo de Palos hay cuatro chalets con amplias terrazas que se extienden frente a  una superficie cortante como de lapiaz, pero formado no por el hielo sino por la constante disolución de las rocas por el oleaje. Es la hora de la puesta de sol, pero los gruesos nubarrones de los primeros días de setiembre no permiten verla. En la terraza junto a la cristalera entreabierta, dos pares de deportivos Solomon de la talla 38 embadurnados de polvo anaranjado. En el interior los calcetines. El suelo de cerámica comienza a humedecerse con una lluvia ligera. El mar se encrespa a la vez que el levante arrecia con la caída de la noche. El cielo se ilumina con un primer relámpago. A continuación un  chaparrón se abate sobre la terraza. Las gotas no se oyen por el bramido de las olas que rompen contra las rocas y la tapia del chalet. Una mano fina y muy blanca sale por la rendija de la cristalera y mete los dos pares de zapatillas. Cierra los cristales. La mujer que ha pasado los deportivos al interior viste un pantalón corto. La otra más joven lleva el cabello envuelto en una toalla y otra anudada sobre su pecho. Intenta encender un cigarrillo. El mechero no funciona. No le pide nada a la otra porque sabe que dejó de fumar. Otro relámpago ilumina el mar. Una niebla espesa de gotas de agua se abate contra los cristales. Por fin enciende el cigarrillo. Exhala el humo. “No te vayas esta noche” “Debo irme. Lo sabes. Ya he alargado demasiado el día” “Hoy te necesito sólo para mí” Se acerca y la abraza por  la cintura desde la espalda. Siente su vientre tenso debajo de la toalla. Mueve las manos sobre su piel. “Déjame. Si te vas a ir hazlo ya” “Ten paciencia. Ya falta menos. No es fácil. No es nada fácil. Es romper con mi vida” “Cuando me amas me dices que yo soy tu vida” “Y lo eres. No podría ya vivir sin ti pero necesito tiempo. Lo estoy intentando” “Es igual. Haz lo que quieras. Vete ya” “Yo también estoy harta de esconderme. De llevar una doble vida. Cada vez me resulta más difícil encontrar excusas para evitar a mi marido cuando por la noche me abraza” “Me dices eso a mí que me muero de celos al pensar que en pocos minutos estarás en otros brazos” Un trueno hace zarandearse las paredes. La luz oscila. Viene y va. Finalmente se queda a oscuras. Cada una a un lado del salón sólo se ven con los reflejos de los relámpagos atenuados por el aspecto esmerilado de los cristales por la lluvia que rompe , chorrea y cae a los imbornales buscando el mar. “Perdóname. Esto es una locura. Lo sensato sería quizás dejarlo aquí” “¿Lo sensato? ¿Y por qué no lo haces?” “Porque no puedo. ¡No puedo! ¡No puedo estar un solo día sin verte!” “Abrázame” Se abrazan y se besan. Suena el móvil. Lo saca del bolsillo “Si cariño ya voy. Un beso” La mujer joven se separa. Vuelve la luz. La toalla se cae. Se sienta de espaldas en el brazo del sofá. “Vete ya. Déjame. Necesito estar sola. No me beses” “Mañana nos vemos. Ya te llamo” “Adiós”.

La explanada arcillosa detrás de la casa está anegada. Da tres saltos para acceder al coche. La tierra roja. Ha dicho a su marido que iba al centro comercial Dos Mares. Tiene que limpiarla antes de llegar a casa. O mejor no. Una pista. Que la descubra. Ojalá. La carretera es una rambla. Circula despacio. Los limpiaparabrisas no dan a basto. Suena el manos libres. Se enciende la pantalla del salpicadero. Es ella. Acepta. “Vuelve. Quédate un rato más” Duda. La lluvia no ceja. Llama. “Cariño llueve a cántaros. Hay mucha agua. Me vuelvo al centro comercial. Me voy a meter a ver una película. No. No vengas a recogerme. Quédate con el niño. No creo que esto dure”. Cambia de sentido en la rotonda que la encaminaría a la Manga, Cartagena o Murcia. Se da la vuelta. La lluvia amaina, pero el viento arrecia. Quizás no llueva más. Gira la llave de la puerta. “No enciendas la luz” “Tenemos un rato más” “Suficiente …por hoy”

sábado, 18 de agosto de 2012

EL TALLO


“Su cortado”. El tallo es un bar de playa que parece un bar de pueblo abandonado. Una familia a la que abandonó la suerte. Un bar anclado al pasado junto al puerto de Los Urrutias del Mar Menor. Ahora lo atienda la viuda del antiguo camarero. Un hombre que siempre pareció muy enfermo hasta que murió hace dos años. Yo creo que fue el tabaco. No superó la prohibición de fumar mientras atendía a sus clientes en la barra. El local agoniza. Lento. La esquina de sus cristaleras, sin embargo se abre al mar al Sur y al Este, una garantía de luz incluso en los días cortos de invierno. Puede haber ocho mesas, pero nadie las ocupa. Sólo una o dos de ellas por clientes que toman carajillo o cerveza. En una barra exterior se afirman los del revuelto. Pescadores o mecánicos portuarios. Clientes de todo el año acostumbrados a la larga depresión invernal de los lugares de vacaciones.

Tengo el vicio de mirar. Un anciano saluda desde detrás del ventanal de madera que da al sur. Entre él y yo no hay nadie. Se ha equivocado. Un par de minutos después regresa, mira hacia atrás y sonríe, saluda y se marcha sacudiendo la cabeza con el ritmo rápidos de los viejos caminantes.

En el salón las mesas y sillas de formica y patas metálicas de color marrón. Y dos mesas dobles, colocadas a lo largo desde el ventanal del sur con un mantel blanco de papel, servilletas también de papel y seis vasos boca abajo. No hay más aliños. Sale la magra con tomate. Un señor gordo a mi derecha va a pasar del desayuno al almuerzo. Un tercio y una tapa de magra mientras lee el periódico y suda porque no hay aire acondicionado.

Por fuera de las ventanas con palillería antigua de madera, una persiana a medio subir. Entre las dos mesas del comedor, que no se usarán, una mesa pequeña colocada como un escritorio frente al ventanal. Una única silla. El centro de la silla ocupa la intersección exacta de mi posición y el saludo doble del anciano.

“Este verano hace mucho calor” Comenta desde detrás de la barra la viuda. Mi camiseta exhibe churretes de sudor, sus axilas lamparones. “Sí mucho. Oiga le puedo preguntar algo” “Le advierto que yo soy casi analfabeta” “Mire me ha llamado la atención esa mesa que tienen puesta frente al ventanal del comedor con una sola silla. ¿Es para algún cliente habitual?” Se ríe. Se tapa la boca y mira a su hermana, idéntica pero más gruesa que está sentada frente al refrigerador a la salida de la cocina que coincide con la entrada de los baños. “No. NO es para ningún cliente, no lo permitiríamos. Son tonterías de viejos” “No es necesario que me lo cuente, pero  ¿tiene algo que ver con un anciano que me ha saludado dos veces” Se miran de nuevo y vuelven a reír. “No se lo diga a nadie. Mi marido. Murió hace dos años. En paz descanse. El verano pasado cuando aun guardábamos luto, ese hombre se pasó todo el verano saludando al pasar por la ventana. Había sido cliente nuestro, pero por problemas de salud le quitaron el tabaco y el alcohol, y el hombre dejó de venir pero no perdió la amistad con mi marido. Al final de agosto salí a decirle que mi marido había muerto. Él al verme de luto se sorprendió. Le dije que mi marido había muerto hacía varios meses. Me dijo que era imposible que lo llevaba viendo en la ventana todo el verano  a la hora a la que solía tomar el café, que le había extrañado verlo fumar dentro del bar, pero sin duda era él. Los días siguientes  siguió saludando. Nosotras salimos, pero no vimos nada, pero ¿qué cuesta poner una mesica y un cenicero en una ventana por si se cansa?, y a última hora, cuando ya los clientes han terminado le dejamos el Marca para que lo lea”

viernes, 17 de agosto de 2012

TAQUILLA


“Esto no se abre” “Seguro que es la llave” “Seguro. Que me jubile hoy no significa que esté demenciada” “No pretendía decir eso. Yo me equivoco muchas veces” “Y esta mañana he abierto sin problemas” “No se preocupe si no se abre llamamos al encargado de mantenimiento” “Pero justo en mi último día y después de haberla abierto. Mal rollo” “Es casualidad no exagere, déjelo ya que se va a sudar toda. Ya he llamado”

En dos movimientos el cerrajero abrió la puerta metálica. Comprobó la llave. La cerradura funcionaba perfectamente. “Se habrá enganchado, no hace falta cambiarla, con un poco tres en uno es suficiente. Me han dicho que se va usted” “Sí me jubilan. Con la crisis me obligan a jubilarme. Alguna vez tenía que ser” “Le vamos a echar de menos. Siempre se ha portado muy bien con todos” “Gracias. Yo también echaré de menos todo esto” Le extendió la mano, pero el operario le pidió un abrazo. Se emocionó. No quería. Le acompañó a los ascensores y se despidieron con una mirada.

Regresó al cuarto de la taquilla. De nuevo estaba cerrada. “¡Pero no puede ser!. Otra vez. Y la llave no abre. ¡Si lo ha comprobado! Esto es de locos. Este lugar me echa después de más de cuarenta años y ni siquiera los objetos me obedecen” “¿Qué pasa doctora?” “ Que se ha vuelto a cerrar” “Llamo otra vez a mantenimiento. Salgo al control de enfermería que esta línea está ocupada” “Gracias”

“Taquilla, por favor. No estropees mi último día. Déjame coger mis cosas. Tiraré algunas que quizás no debía haber guardado y guardaré otras que no debería haber perdido. Me voy. Hemos sido  compañeros. Por favor” Clic y la cerradura saltó sin que ella recordase haber hecho ningún giro. “Ya viene el encargado de mantenimiento. No se preocupe. Trae una nueva cerradura” “Está abierta de nuevo llame de nuevo y dele las gracias”

Las batas. Guardará un par de ellas para, si regresa, no sentirse una extraña. Artilugios electrónicos de la industria farmacéutica para conectar al puerto USB del ordenador. Debajo de unos trípticos de publicidad unas toallitas húmedas para una emergencia que ya están secas. Informes antiguos de casos curiosos. Una orla de una promoción de médicos de hace tres años, firmada por detrás por todos y cada uno de los estudiantes. Fotos antiguas de colores desvaídos con compañeros, alguno de ellos ya no está. Momentos bueno y malos. A pesar de ello nunca perdió la ilusión. Un examen antiguo con preguntas que ya no tendrían sentido. “Te voy a echar de menos” Se vuelve pero la secretaria no está. “Y ahora ¿qué va a ser de mi”? Vuelve a mirar hacia atrás, nadie. “Estoy acostumbrado a tus olores, a tus gustos, a tus disgustos cuando cerrabas mi puerta con fuerza” No se atreve a preguntar  pero no se resiste “¿Quién eres?” “ Soy yo. Tu taquilla. Soy un poco tú. He sido parte de tu memoria estos años, por mi ha pasado parte del conocimiento que has adquirido, o del disfrute, yo también he disfrutado con tus libros” “Pero eso no puede ser . Un objeto no puede hablar. Esto es alguna broma” “No es una broma” “¿Cómo puedo saberlo” “¿No vas a confiar en mi?” “Desconfío de mi razón” “Apártate” La puerta se cierra de golpe. La cerradura se gira sin llave. La llave se gira en sentido contrario y se vuelve a abrir. “No puedo hacer mucho más para demostrártelo” “Está claro. Lo que no sé es donde queda mi razón” “ Has sido una gran compañera” Duda “Gracias” “Doctora ¿con quién habla?” “Estoy canturreando” “Eso está bien”. Cierra la puerta saca la llave del llavero para dejarla puesta en la cerradura. Su nuevo inquilino tomará posesión en horas. ¿Y si el alma de su taquilla estuviese en la llave?. Regresa. Abre. Ahora sí. La saca y la reintroduce en el llavero. SE dirige a la secretaria “La cerradura no funciona. Tendrán que cambiarla” Se para en el dintel de la puerta de la planta. Se gira y echa una última mirada. Con la bolsa de sus pertenencias se dirige al ascensor. Toma el ascensor de público.

jueves, 16 de agosto de 2012

COME TO THE USA (ANEMIA XIX)


Una librería es un negocio poco frecuentado. Sólo los fieles como las iglesias. Con las posibilidades de descarga de libros incluso los fieles caen en pecado, también como las iglesias. Vlad no necesita vender libros para vivir. La librería es una tapadera que oculta la cripta de su casa. Pero Vlad necesita el contacto con los seres humanos del mismo modo que un ganadero o un veterinario necesita conocer las costumbres de las reses o las mascotas. Necesitas conocer lo que comes. Los murciélagos tienen un oído fino para escuchar el vuelo de un mosquito cargado de sangre. Vlad, sentado en la butaca espiaba las conversaciones de sus clientes. Dos mujeres jóvenes hablan entre sí mientras hojean libros de viajes.

“Acabo de venir de Chicago. Una ciudad alucinante. El lago, los rascacielos. Esas edificaciones que recuerdan el gótico centroeuropeo, incluso la torre Hanckok, negra, con su porte recuerdan los castillos y las catedrales. Y esa mezcla de sangre europea, india, sudamericana, asiática...”.

Una mezcla de sangre en un ambiente gótico. Un cóctel humano para romper la monotonía. Sabores a salsa barbacoa, a curry, a mantequilla, a angostura y hierbabuena,. Comenzaba a salivar. Las clientas salieron sin despedirse. Se acercó al mostrador y cogió los libros que habían dejado. Ocho horas de vuelo. Los vampiros siempre han viajado en barco. Entre multitud de contenedores un ataúd puede pasar desapercibido, pero el barco era lento y él quería ir ya. Se sentó delante de su ordenador. Tenía dos opciones, facturarse con el ataúd, su tierra transilvana y él mismo o viajar en el avión en vuelo nocturno y el ataúd facturarlo aparte. Imposible mandar el ataúd ocupado en el avión. Los trámites eran engorrosos, y la posibilidad de pasar la frontera americana casi nula. Para volar necesitaba el ESTA, leyó el formulario, no pensaba matar al presidente ni introducir alimentos o contrabando, no pensaba trabajar, nada decía de sorber sangre de sus ciudadanos o visitantes. Pagó y lo imprimió. En 48 horas estaría en Chicago. Madrid quedaba al alcance de su vuelo. Renunció a llevar su ataúd. Fue mucho más fácil comprarlo en destino y que lo llevasen a la habitación de un motel. La tierra que necesitaba podía llevarla a buen recaudo en el equipaje de mano, diez kilos son suficientes para acolchar un ataúd.

A Madrid llegó fatigado. Nunca antes había sentido esa sensación. En Sol su cuerpo era decrépito. Caminó lento, sin fuerzas hacia la Gran vía, y llegó a Chueca donde bebió hasta saciarse de un fornido transexual de labios como almorranas. Después una puta congoleña. Nunca antes había necesitado dos humanos para saciarse. Una hora antes de amanecer tomó una habitación sin ventanas en el mismo barrio, improvisó una caja con cartones y extendió la tierra. Al anochecer amaneció, bebió un sorbo de la casera, una octogenaria viuda de un guardia civil y voló a la terminal cuatro.

Le había costado hacerse de la tarjeta de embarque. Miraba cada cinco minutos su pasaporte, el ESTA y la reserva del hotel. Su cuerpo era mudo al escáner convencional y al térmico. Después de tres intentos sin producir ninguna imagen, le cachearon. “Está usted helado” “Acabo de despertarme” “¿Toda esta tierra?” “Un amigo está en las últimas. Es por eso mi viaje. Me ha pedido tierra de su pueblo para descansar en paz” “Como los vampiros” “Sí, exacto” “Pase, pero quizás en aduanas de los Estados Unidos tenga algún problema” “Gracias”. Ya estaba. Ahora a esperar el avión. Miró los paneles. Localizó el vuelo y leyó DELAYED. Se acercó al mostrador y le dijeron que al menos cuatro horas. “Eso supone llegar de día” “Si no hay nuevos cambios sí” Tomó su equipaje de mano y abandonó la terminal. La guardia que le atendió reposaba en un lateral tomando un bocadillo. “¿No vuela?” “Mi amigo ha muerto. Mi viaje no tiene sentido” “Lo siento. ¿Si puedo hacer algo por usted?” “Creo que sí”. Desayunó antes de regresar a Murcia.

miércoles, 15 de agosto de 2012

IPHONE






Suena la alarma de un móvil a las nueve de la mañana en la mesilla de un hotel de carretera. Un hombre y una mujer en la cama. El hombre joven fornido con el cuerpo rasurado y el cabello desordenado se incorpora de un salto. Mira a un lado y a otro. Inspira. En la otra mesilla de la cama de matrimonio de sábanas desordenadas parpadea la luz de un móvil que da pequeños saltos con la vibración. Una mujer boca abajo se tapa la cabeza con la almohada. El hombre se pone en pie rígido de los hombros a los talones. Inclina la cabeza hacia atrás. Se tapa los oídos. Va a gritar. Silencia su voz.  Gira. Resopla. Corre hacia el artilugio que no ceja en su ritmo creciente. Lo coge. Intenta aplastarlo. Necesita el silencio ya . La vibración en sus articulaciones lo va a desintegrar. La ventana. No ha amanecido. Gira el pomo y lo lanza. Ve los brillos de su pantalla deslizarse  con la fuerza impelida por su mano. Se estrella contra el suelo y de nuevo el silencio. En el horizonte apunta el alba. Las fuerzas lo abandonan. Se desploma sobre la butaca de la esquina. Apoya la cabeza en las rodillas. Se cubre la nuca con las manos. Yergue el tronco. Lo apoya sobre el respaldo. Fija su mirada en el cuerpo desnudo sobre la cama. Hacía años que no la veía. Pone la cabeza en su puño y se duerme.

La mujer despierta. Bosteza. Se lleva las manos a los ojos. Su piel está pegajosa por el sudor de la noche. Abre los ojos. Es un lugar extraño. Tarda unos segundos en situarse. Es un motel de carretera. El reencuentro con Manuel, el chico alto y fornido moreno de ojos claros en aquella camisa extraña. Le sonaba. Mucho. Un compañero del colegio. Un curso mayor. Un don nadie entre los chicos del colegio. No destacaba por listo ni por guapo ni por líder, un habitante de un mundo gris, que sin embargo recordaba con un potente centro de gravedad. Ahora era un hombre muy atractivo. Se rieron mucho y se besaron y pasaron la noche follando. Ahí está y está a gusto, pero ella trabaja esta mañana y el despertador de su Iphone le ha fallado. No debe retrasarse. En la empresa en cualquier momento puede haber despidos.

“Manu no me ha sonado el despertador. Manu ¿Dónde estás?” “ Aquí”. Por una rendija de la ventana entra un haz de luz que se interpone entre ambos, la deslumbra y le impide verle.”¿Qué haces ahí sentado?” “Me ha despertado tu despertador” “¿Qué hora es?” “En mi reloj cerca de las once” “¡¿Por qué no me has despertado?!” “Si te hubieses despertado tú no me habría despertado yo” “¿Y no me podías haber dado un empujón o un beso?” “Podría” “Pero no lo has hecho” “No. Si tienes prisa lo que debes hacer es vestirte” “Estás un poco borde esta mañana” “ Estoy cansado” Se viste de cintura para abajo y en el baño se asea de forma somera. El sujetador y la blusa.  Sale. Es una mujer bella. “Donde está mi Iphone” “En el campo” “¿Qué?” “Creo que lo he arrojado por la ventana” “Estás loco” “No estoy loco, pero a veces me cuesta controlar mis impulsos” Coge su bolso. Busca la salida. “No te preocupes denunciaré el robo. Lo tengo asegurado. Ya me voy” “¿No me vas a dar un beso de despedida?” Ella no responde. Gira el pomo de la puerta. Da un portazo a su espalda .

Él permanece sentado en la butaca de terciopelo verde de la esquina. La oye correr por el pasillo. Después ve su coche tomar  la autovía en dirección a Cartagena. Acelerar y huir.

martes, 14 de agosto de 2012

El feisbuk de papá


“Voy a conectarme. Voy a echar una mirada a mi twiter. No sé si habrá novedades en la pandilla. El verano es un follón. Mi hermana , mi madre, mi padre y yo debemos usar el mismo ordenador. Es un incordio. Una déjame que he quedado con Pili. Otro tengo que mirar mi correo. La otra estoy mirando en Kayak si hay un viaje. Así no se disfruta de un ratito de twiter con tranquilidad. Decir chorradas, mandar fotos, ver los cambios de look de las amigas para que a la vuelta no te pille de sorpresa. Quedan sólo dos semanas para tener de nuevo la libertad cibernética”.

“¿Qué es esto? Mi padre como siempre se lo ha dejado encendido. Confunde el botón de congelar la pantalla con el de apagado. Siempre, por más que se lo decimos, por más que le riñe mi madre. Por un oído la entra y por otro le sale. Se ha dejado su sesión de feisbuk abierta. ¿La cierro? Sí. Pero después. A las chicas nos gustan los chismes. Biografía. ¿Ingeniero? Mi padre ingeniero. ¿Francés, inglés, alemán e italiano? Si nunca supo ayudarnos en los deberes. ¡Qué mentiroso! Aficiones el ajedrez, el deporte y leer. Será el Marca. Y luego nos dicen tan serios que no mintamos, que seamos serios. ¡Qué ejemplo!”.

“Un amigo en en chat” “Hola Nico” “Lali. Esta señora es muy guapa” Lali está escribiendo”Hoy no te he visto guapetón” “Esta señora es un poco fresca” Lali está escribiendo”¿Te ha comido la lengua el gato?” “¿Qué hago? ¿Cuelgo? No no tengo nada que decir” “¿Después de lo de ayer por la tarde no tienes nada que decir?” “No. Nada que decir” “Pues ayer sí que decías pirata” “No recuerdo lo que dije. Seguramente iba bebido” “Me dijiste que me querías como no habías querido a nadie y ,¿no te acuerdas? Que mis tetas son las más bonitas que has visto nunca, y que matarías por darle una lamidita” “¡Qué fresca!A esta la arreglo yo.Como te he dicho no recuerdo nada. Nada, cuando tomo dos copas soy un desastre” “Pues para algunas cosas funcionaste muy bien” “Guarra pedazo de guarra. Fresca. Te voy a dar pal pelo.Me sorprende, porque si recuerdo algo de tus tetas es que son un poco caídas, con los años ya se sabe, la gravedad y esas cosas” “Mis tetas son cojonudas y en cuanto a los años tú eres mayor que yo. Hijo de puta” “A mi abuela no la toques pedazo de putón. A mi madre ni se te ocurra mentarla. Mi madre es una santa, y tú una verdulera ordinaria” “ No puedo creer que estés siendo tan  grosero con lo sensible que te has mostrado siempre. Es una broma” “Puedes creer lo que quieras. Si alguna vez hubo algo se ha acabado y para siempre. No albergues ninguna esperanza. Puedo equivocarme una vez pero no más” “Me estás haciendo daño” “No te diré cómo de igual me da” “¿Estás seguro?” “Nunca he estado más seguro de nada” “ Atente a las consecuencias” “Todo ha terminado y ya está. Lo siento” “No es tan fácil si no volvemos a vernos, si no me das otra oportunidad le contaré todo a tu mujer. Tengo su teléfono” “No lo vas a hacer no te atreverás” “Ya lo estoy haciendo”

Suena el teléfono.

“¡Mamá! ¡Mamá no lo cojas que es para mí” “ No importa ya lo cojo yo. Diga”

lunes, 13 de agosto de 2012

CLIPS


Miró por la rendija de la puerta de su despacho. Era una suerte tenerla allí. Un traslado de ciudad con pocas alternativas. Traslado o calle. Se agradecía cualquiera de esos gestos que rompían la rutina. Dejó de mirarla cuando se interpuso Miguel el encargado de limpieza. Un hombre gordo, bajo,  de mirada sombría pero triste. Si se le hablaba, juntaba las manos sobre la barriga y miraba al suelo, se daba unos minutos de silencio antes de cualquier respuesta  para un sí o un no que nunca contradecía lo que se le reprendía o se le indicaba. Le vio extender la mano para llamar, se apartó de la puerta y se sentó en la mesa de su despacho. “¿Se puede?” “Pase usted” “Vengo a cambiar la bolsa de las papeleras, esta mañana no me ha dado tiempo” “Haga usted su trabajo. Salgo a hacer una gestión” No soportaba su presencia, el comienzo de sus nalgas al agacharse, el jadeo cuando se levantaba, y su voz de tiple en un rostro lampiño de edad indefinible. Se puso la americana, salió y cerró la puerta a su espalda. “María bajo a tomar un café. ¿Quiere usted algo?” “No gracias” Sin verla el café le habría sabido mal.

Olía a tostadas y a café. Ya nadie fumaba. “Un  solo corto por favor”” ¿Algo de repostería?” “No” Sacó el móvil del bolsillo interior aunque no le habían llamado. Movió los contactos de la agenda. Secre. María. El aire fresco de cada mañana. Era agradable entrar al despacho y encontrar los expedientes ordenados, agrupados por temas o por orden alfabético, de una forma siempre lógica, y juntos unos a otros con clips de colores. No quería ni pensar que un día le faltaran esos clips y ese orden que le habían hecho dulce el aterrizaje en la delegación de Murcia.

En el portón se cruzó con el limpiador. “Adiós” “Adiós” Su mirada huidiza. Sus pasos torpes. “María ya estoy de vuelta” “Han llamado de Madrid el jefe quiere hablar con usted” “¿Ha dejado el teléfono?” “El de su secretaria”

“Inmaculada ¿qué tal? “…”“Por aquí. En Murcia””…””Ya me voy adaptando, pero la capi se echa de menos. Me ha llamado el jefe. ¿Puede hablar ahora””…””Espero””…””No tengo ni idea del motivo de tu llamada””…”. Que los negocios no van bien ya lo sé. Por eso estoy aquí” “…””¿Soltar lastre?” “…” “¿Ya nadie tiene secretaria en oficinas pequeñas? Pero María es distinta es un valor dentro de la empresa. Es muy eficiente””…””No te voy a responder a eso. Es sólo una relación profesional””…””Me lo veo de hoy a mañana” “…” “No te voy a defraudar para eso estoy aquí”.

No había dormido. Llegaba muy temprano. No le dio tiempo a abrir el portón de la cerradura. Chocó con él el limpiador que lleva las bolsas de basura al contenedor. En el respaldo de la silla de María estaba su bolso. Ella no estaba. Aun no eran las ocho. Entró al despacho. Los documentos que dejó deliberadamente desordenados estaban agrupados y sujetos por los maravillosos clips labiados de colores. María no. No podría vivir sin esos clips. Costase lo que costase. Oyó ruidos. Entreabrió la puerta y por la rendija vio  cómo entraba María riendo con el limpiador. Tocó al interfono. “María pasa a mi despacho” “Dígame” “¿Cómo se llama el limpiador?” “Miguel” “Prepara el finiquito. En Madrid me piden despidos. Las cosas no van bien” “Pero…” “María sin peros. Le pagaremos quince días por adelantado pero mañana que no venga” “¿Quien limpiará?” “Un empresa una o dos veces por semana”. Por la rendija vio como Miguel se encogía de hombros, se dio la vuelta, miró en dirección al despacho a la vez que la puerta se cerraba.

Al día siguiente llegó a la oficina. Abrió la puerta sin que nadie le importunase. Subió y vio a María como cualquier día. Entró al despacho. Sus documentos estaban desordenados y no pudo encontrar ni un sólo clip de colores. La papelera estaba llena.

domingo, 12 de agosto de 2012

CASPA DE COLORES


La copa en la mano. En la pista. Solo. Los ojos saltones claros. Ojeras. Pelo ralo rubio y canoso. De espaldas fue un hombre delgado. De lado su vientre se abomba apenas disimulado por una camisa de cuadros con los faldones fuera. Se contonea. Nadie con él. Se mueve a un lado y a otro como se movía cuando tenía veinticinco o treinta años menos. A veces oscila, cimbra como una pértiga bajo el peso de un saltador pero se mantiene en pie. Mueve su centro de gravedad alrededor de mujeres que bailan en la pista. Acopla su baile desde la espalda y les susurra. La pareja de una de ellas se interpone. Sin parar su contoneo, sin hablar comprende, oscila y se aleja.

Ha pagado entrada. Una camisa limpia y unos zapatos te dan derecho a pagar  una entrada para escuchar a un grupo que hace versiones con un cantante que se hace el simpático. Los ochenta. Sabe que la gente que tiene delante ya no eran niños cuando esas melodías fueron populares. En las barras se arraciman personas que  más que añorar la música se añoran a sí mismos en aquel tiempo. Añoran su vida, su cuerpo y su deseo, el suyo y el de sus parejas, les gustaría cerrar los ojos y al abrirlos encontrar su reflejo de ayer.

El bailón oscilante de los ojos saltones sube dos tramos de escaleras. Se apuntala a la barra. Espera a la camarera que al acercarse para escuchar lo que le pide muestra un escote amplio. Él sonríe satisfecho de sus palabras. Ella no, se da la vuelta y coge una botella de ron y otra de cocacola. Le pide siete euros y se acerca al seguridad que hay en la barra con camiseta negra ceñida.

El cantante pide canciones. Da opciones pero le piden otras. Canta la que le da la gana. Abajo le siguen igual. El de la barra ya está de nuevo solo. El camarero musculado se ha fijado en él. Le va a dejar que tome cuatro copas  más, veinte minutos al ritmo que va, y si no cae por el alcohol, lo invitarán con discreción a abandonar el local. Este año están cuidando el ambiente. Parejas y grupos de mediana o más edad. Los adolescentes y los jóvenes ya vienen bebidos de la calle. Mucho jaleo, y poco gasto. En unos años reflexionarán sobre sus destino o cerrarán como tantos sitios. La gente quiere que los sitios a los que sale en su juventud sigan inmutables, la gente y  los decorados, para olvidar en su ocio el paso del tiempo.

El cantante se despide muy satisfecho, no por la actuación, sino porque la actuación ha terminado. Si sigue así le parecerá que actúa sólo para ancianos. Tiene que comer. El tiempo de la devoción por la música pasó. Las facturas y las hipotecas.

El de los ojos saltones ha consumido su última copa. Se acerca a la pista donde se ha acabado el directo. No sigue. Sabe que ya no es capaz de mantener el equilibrio. También sabe porque es cliente habitual que si comete el más mínimo desliz  lo echarán muy cortésmente. A su derecha y a su izquierda giran sendas bolas de escamas que reflejan los haces de luz de dos laser rojo y verde sobre la pista y los alrededores, se posa sobre los hombros y la cabeza como caspa de colores.

Con la música disco se abren las puertas y la pista está ocupada por decenas de jóvenes mucho más bebidos que el de los ojos saltones. El encargado que ve caer los reflejos sobre sus rostros jóvenes sabe que dentro de quince o de veinte ellos también querrán escuchar la música de los  años diez. Querrán ver posarse sobre sus hombros nuevas ventiscas de caspa de colores.

sábado, 11 de agosto de 2012

SALSA VERDE


Cocina de mercado. En la plaza de abastos. Paseas. Ves las verduras, las carnes y los pescados. Decides qué va a ser tu sustento. Algunos problemas con las cantidades. Desde que vives sólo no tienes cálculo. Siempre hay comida de más que organizas después en tupper de la nevera. Las almejas serán un buen aperitivo. Después pasta. Un poco de tomate de bote, un trozo de queso reseco rayado serán el plato. Una cerveza y una siesta disfrutando del aire acondicionado mientras en el exterior el asfalto humea al calor de los casi cuarenta y cinco grados. Una caña y una marinera en el bar de la plaza. Y a casa.

Una raya de aceite. Las almejas en una sartén cubiertas por una tapadera para que el vapor se condense y no se pierdan sus jugos. Cuando se abran las colocarás una a una en un plato que te parece bonito. Esperas. Un chasquido que te recuerda al estallido de las palomitas. Quitas la tapadera y en medio del jugo lechoso que se acumula se abren algunas almejas. Una a una se abren todas. Salsa verde. No la has preparado. Perejil, ajo picado en el mortero un chorrito de un buen aceite y después el jugo de las almejas. Perejil. No tienes perejil. La saliva de tu boca se había producido en respuesta al perejil. Es una catástrofe. Abajo has oído ruidos. Hay alguien. Bajas. Llamas. Nunca te has fijado en quien vive ahí. El reflejo de una mirada por la lente de la mirilla. La puerta se abre. Sale una mujer envuelta en una toalla de baño con el cabello mojado. “Soy su vecino de arriba . ¿No tendrá un poco de perejil?” “Creo que me queda un poco en el frigorífico. Pase” Es hermosa. “Aquí tiene” “Háblame de tú muchas gracias. Tengo unas almejas en salsa verde. Con este calor no apetece salir aunque tenga que comer sólo” “Hasta la vista” Se sonríen y se miran. En la mirilla vuelve a aparecer el brillo de sus ojos miel.

Las almejas aun están tibias. Machaca dos dientes de ajo. Parte en cilindros muy pequeños el perejil. Los mezcla en el mortero con una gota de aceite. Con el jugo de las almejas hace un  majado que vierte de la forma más homogénea  posible. Aunque está solo pone un mantel. Una ensalada, las almejas mientras la pasta termina su último minuto de cocción. Corta la lámina enmohecida del queso curado y raya el resto. Lo deja en un bol.

Abre una cerveza. Saca la copa helada del congelador. Aun le queda otra para disfrutar durante la comida. Suena el timbre. Se sobresalta, en agosto. A través de la mirilla ve a su vecina. Vestida: un vestido de gasa corto que insinúa sus formas cuando se mueve. El pelo recogido en un moño. Un collar de circonitas. Sin maquillaje, no lo necesita, sus labios brillan con un glos que parece de buena calidad. Vuelve a tocar al timbre. Abre. Lleva una botella de vino blanco escarchada en la mano y algo más en una bolsa.

“¿Necesitas algo?” Una pregunta muy estúpida a una mujer arreglada. “ No. Yo también como sola. La soledad me agobia. Si quieres podemos comer juntos” “Claro siéntate. Se pierde en su cuarto y en el baño. Termina de hacer la cama y revisa que no haya restos orgánicos o de vestuario en ningún lugar. Regresa a su recibidor y la invita a pasar.

“Prueba las almejas en salsa verde que he hecho con tu perejil” “ Abre el vino” “ Tengo unas copas” Sirve . Le da la almeja que parece de mejor aspecto. Ella entreabre la boca y arrastra el contenido pulposo con la punta de la lengua de una forma muy voluptuosa. No hay nadie más en un edificio de treinta viviendas. Afuera hace calor. Cuarenta y cuatro grados a la sombra. No importa.

viernes, 10 de agosto de 2012

MEDUSAS


El agua del Mar Menor está fresca a las ocho de la mañana. Después de una noche bochornosa Julio salió de la cama y se fue directo al agua. El tractorista que trillaba la arena de la playa lo vio sumergirse repetidamente respirar y gesticular mirando a un punto. A medio día, después de dos vermuts confesó a su amiga que había visto en la copa de una medusa a su madre como quien ve un televisor y que no lo iba a creer pero su  madre le había hablado.

A mediodía en la punta del espigón un anciano pesca lisas con pan. La caja de herramientas en la que guarda los aparejos le delata como veterano. Me acerco “¿Hay pesca?” “Algo hay” “Puedo ver sus capturas” “Mírelas, poco más que chirretes” “Uno tiene un tamaño razonable” “Chirretes” “Dicen que las medusas se comen las larvas de los peces” “Embustes””¿No cree que el que haya tantas medusas perjudica a la pesca?” “No. Las medusas han estado siempre unas veces se pesca más y otras menos. Cuando te molestan hay menos” “Lo siento. Entonces usted no cree que sea el cambio climático y el calentamiento global lo que hace que las medusas se enmarañen en las costas” “No” “Pues los científicos son casi unánimes. El cambio climático y los abonos orgánicos de la agricultura son los que hacen que proliferen…” “Y la falta de tortugas” “Exacto” “ Es usted un enteradillo” “Oiga que yo no le he insultado” “Perdóneme pero es usted un poco pesado. Yo vengo a pescar para estar tranquilo y solo y usted,  sin presentarse, viene a hablarme del cambio climático. Cuénteme si le parece algo de la prima de riesgo y ya me acaba de joder el día” “No pretendía” “Si quiere usted saber qué es lo que tiene la culpa de la proliferación de medusas pregúntele a los muertos en tierra” “Eso es una paradoja” “A sus descendientes” “Sigo sin comprender” “Antes  los muertos se enterraban, se los comían los gusanos y los hongos que a su vez se pudrían y pasaban a formar parte del suelo y después de la hierba y los árboles” “Y ahora” “La gente le ha cogido pánico a la tierra. Pánico a que los entierren aun con vida” “Normal” “Puro esnobismo” “Qué drástico. Pero no comprendo qué tiene eso que ver con las medusas” “Cada vez más personas se incineran. ¿Sabe cuántas personas tiran cada año sus cenizas en el Mar Menor?” “No” “Ni yo tampoco, pero demasiadas. Madrileños que han veraneado ocho o diez años y quieren que sus cenizas acaben en la laguna salada” “¿Y qué? Un último deseo romántico” “Un capricho que rompe el orden natural” “Cada vez lo entiendo menos” “Hay una leyenda marinera. Las almas de los muertos en el mar o los cadáveres que se entregan a sus aguas, permanecen recluidas en el medio marino para siempre. Las medusas recogen y arropan esas almas errantes, las acercan a las costas en un intento de aproximarse a sus familiares, amigos o incluso a sus enemigos para la venganza. Así hay medusas inofensivas y algunas tan venenosas que un simple roce puede matar” “Esa también me parece una historia romántica” “No se lo puedo demostrar pero es cierta” “Creo que empiezo a comprender lo de la incineración” “Es sencillo, la ceniza que se entrega a las aguas o que finalmente llega a ellas arrastrada por los torrentes o aguas subterráneas ancla las almas al agua y se suma masivamente a las almas de los ahogados”.

Julio se baña cada mañana. La abundancia de medusas le hace difícil volver a encontrar a su madre, sin embargo cuando se deja flotar en las aguas someras, deja los oídos por debajo del nivel del agua, así mientras las  ondas del agua lo mecen, cree escuchar la misma nana que le llevaba al sueño las noches de pesadilla o de tormenta.

jueves, 9 de agosto de 2012

UNA MUJER EN MI SOFÁ

“Quien es usted” “Soy tu musa” “Le repito. ¿Qué hace usted en mi casa desnuda acostada en mi sofá?” “Estoy descansando ast” “Me llamo Antonio y tengo que invitarla a que se marche. Vístase” “Me gustaría quedarme” “Creo que no va a ser posible” “En realidad tú y yo somos inseparables” “Pues yo creo que no la conozco de nada” “Me has llamado muchas veces, y otras sin que me llames he venido yo” “Señora insisto que para mi desgracia no la he visto nunca” “Tienes razón. Es la primera vez. Una tenía que ser. Aquí estoy. He venido para quedarme y no lo vas a lamentar” “No estoy tan seguro, ahora que estoy a punto de empezar mis vacaciones” “Por eso. Vas a tener tiempo. Me vas a necesitar más que nunca” “Me sorprende que una mujer tan hermosa como usted hable con tanto descaro, y más con un tipo gris como yo” “Gracias. Así me gusta. Si sigues así esta corporeidad me va a gustar. Te voy a hacer muy feliz. Conmigo vas a hacer grandes cosas” “Que yo todavía no he aceptado ningún trato” “Sí lo has hecho hace tiempo. No te puedes liberar de tu compromiso así como así” “Ya vale la broma. Márchese. Mis hijos y mi mujer están a punto de llegar y no tengo ninguna gana de dar explicaciones”.


“Antonio con quien hablas” “Hola Papi” “No sé qué decirte cariño” “¿Estás bien?” “La verdad por delante. Acabo de llegar. He entrado a casa y me he encontrado a esta chica desnuda tumbada en el sofá” “Antonio. En el sofá no hay nadie. Y los cojines están bien. Si alguien hubiese estado aquí lo habría notado” “¿De verdad que no la ves?” “Papá ¿qué dices?” “Antonio no me pueden ver . Sólo estoy aquí para tus ojos y tu mente” “Tú cállate” “Cariño ¿Por qué me dices que me calle?” “No ha sido a ti” “Papá a mami no le hables mal” “Hija no era a mami. Era a esta señora” “Papi que aquí no hay nadie” “Sí hija tienes razón. Vengo muy cansado y he visto visiones” “Pues la podrías haber visto vestida. ¡Marrano!” “Antonio tu mujer en eso tiene razón” “Oye. Te apareces y aun me das consejos” “Tú me has invocado” “¿Yo?” “Antonio si es una broma ya me río, pero ya pasó. Déjame pasar que deje todos los atalajes de la playa” “Papá ¿Vas a ver la tele?” “Hija no” “Déjala Antonio. No puede verme. Me gustan los niños, como a ti, los niños me inspiran, como a ti, y tu hija me cae bien” “Que no qué papá” “Que no te pongas ahí” “¿Por la señora desnuda?” “Bueno. Sí” “ Aquí no hay nadie” “No te sorprendas” “Me estoy volviendo loco. Necesito una cerveza. Este bochorno me está afectando” “Cariño pon la mesa” “Ya voy” “Duermo poco. Esta tarde me echaré una larga siesta” “ Antonio no. Yo no he venido aquí para nada. Esta tarde una siesta cortita sí, pero de larga nada que tienes que escribir” “ Y a ti ¿que más te da?” “ Soy tu musa” “Eso eres tú quien lo dice. Yo no veo más que una mujer en cueros” “¿Papá me traes las patatas fritas?” “ Sí hija ahora mismo” “Papá una cosa más” “ Sí hija” “Puedes dejar de hablar sólo. NO puedo oír los Simpson” “ Sí hija. Y tú échate algo por encima” “Papá es agosto. Tengo calor” “ Le digo a ella” “¿A quién?” “A nadie hija a nadie” “Antonio. ¿Todavía no has puesto la mesa? Aparta ya lo hago yo” “Voy enseguida” “Toma el mantel. Hoy te veo poco inspirado” “No será por falta de musas” “Ahí has estado rápido. Déjame dormir en el sofá. Come, relájate y a las cuatro y media o cinco, aunque estés de vacaciones te quiero delante del ordenador. Hoy vas a quedar muy satisfecho con el relato del mundo de ast y tengo algunas ideas para seguir con la novela” “Eso espero” “Has puesto de nuevo el mantel al revés. No te puedo encargar nada” “La próxima vez lo pones tú” “¿No podéis hablar como personas normales?” “Lo siento hija” “Te va a gustar el tema Antonio. Luego te cuento. Que aproveche” “Gracias” “ ¿A quién le dices gracias?” “ A ti. La comida parece magnífica” “Mentira . Es a esa mujer desnuda” “ Tú también la ves” “ No enfermo que eres un enfermo” “Papá échame agua”

miércoles, 8 de agosto de 2012

LOLITA


Al final Murcia se vacía en verano. Todos los veranos lo mismo. Las primeras semanas de junio hay una resistencia a abandonar los hogares, pero el último o el penúltimo fin de semana de julio se hace insufrible y cada cual desfila hacia horizontes más frescos o más exóticos o simplemente desaparece. Un vampiro no tiene casa en el pueblo ni abuelos en la playa. Una cripta y un ataúd. Vlad en el piso superior su biblioteca.  A Vlad no le importa la soledad. La disfruta. Observa y actúa sólo cuando debe beber. Un depredador. Una ciudad desierta es un colmado de los 80 en Rumanía. Poca variedad. Hastío en repetir lugares. Tedio de las mismas venas.

“¿Dónde está la gente?” “En sus guaridas ocultos para no gastar” “¿Todos?” “Algunos comen pipas en la playa” “¿Usted no se va?” “Yo estoy fresco en su librería y no tengo que comprar” “Hoy mismo cierro. Tendrá que buscarse otra ocupación” “Se le ve cansado. Diría que envejecido” “Estoy pasando hambre” “Si quiere le puedo invitar a algo” “No es necesario”

Alquila un chalet con parcela en la urbanización del Carmolí. Una bodega que nunca sirvió para guardar vino será su dormitorio. Por la noche cuando las gaviotas vuelvan a la Perdiguera o la Isla del Barón, volará a La Manga o Cabo de Palos, en sus lugares de ocio encontrará sitios suficientes para cenar.

Se posa en la explanada del faro de Cabo de Palos. El vuelo sobre el mar le ha abierto el apetito. En el espacio abierto frente a unos chalets, junto a un acantilado, unos jóvenes hacen botellón alrededor de un coche maqueado. Vlad desciende lento. Desde mitad de la cuesta ve el reflejo de unos ojos que se cruzan con su mirada. Su cena. Se apoya en la barandilla de madera mirando el mar. El cebo.

“Hola. Estás muy solo para ser tan guapo” “Me gusta estar solo” “Entonces me voy” “Espera. A veces también me gusta la compañía y la tuya sospecho que la necesito” “Apenas me conoces y ya me necesitas” “Soy así” “¿Eres tan apasionado para todo?” “Soy más bien frío” “Eso me gusta. ¿quieres tomar algo?” Sí quiere tomar algo, el elixir del que ella es el envase. “¿Dónde vamos?” “Sorpréndeme” “No conozco el lugar” “Vamos al Chill Out de Cala Reona. ¿Tienes coche?” “No. He venido en taxi” “Un tío como tú con un pedazo de traje unos zapatos supercaros y sin coche” “Los puntos. Ahí hay un taxi”

“¿Qué vas a tomar?” “Bloody Mary” “Hacen unos mojitos estupendos” “Siempre tomo lo mismo” “¿No te apetece cambiar?” “No” “Un mojito y un Bloody Mary” “Lolita tienes quince años. Conozco a tu padre. No te puedo servir alcohol” “Póngamelos a mi” “Marchando” “Es un bocazas. Ahora te cortarás porque soy menor. Siempre me chafa a los mejores. Mira estas tetas, este culo y esta cara. ¿son de niña? Soy una mujer. Y me gustan los hombres como tú. Estoy harta de niñatos. ¿No dices nada?” “No” “¿Te da igual?” “Sí. Es eso lo que quieres. ¿no?” “Sí” En su voz se percibe la duda. “¿Quieres otro mojito?” Le gusta el sabor de  la hierba buena y el ron. “No. Uno es suficiente. ¿Quieres que vayamos a otro sitio?” “Te lo iba a pedir empiezo a tener hambre” “¿Te gustan las pizzas?” “Hay cosas que me apetecen  más” “Y a  m픓Paseemos junto al acantilado y ya se nos ocurrirá algo”.

Es una sangre poderosa. Sacia desde el primer sorbo, pero sigue chupando hasta dejar un pulso débil y acelerado. La posa en el suelo. Viene alguien. No necesita que muera.