domingo, 8 de abril de 2012

ANEMIA 7. CRISIS


Vlad había saciado su sed muy pronto. Lo que quedaba de noche lo había gastado vagando de un lugar a otro. Volar sólo es apasionante cuando no lo has hecho nunca. Volar sólo por fuerza de noche puede ser muy aburrido. Se posó en el balcón de la Fuensanta a unos doscientos metros de altura sobre Murcia. Desde el poyete apreció que ya no queda huerta. Cada carril está iluminado. Es un bonito espectáculo si no se tiene en cuenta lo que se perdió: la oscuridad y el silencio.

Los mortales viven con la obsesión del tiempo que se les escapa entre los dedos, como un fluido o arena. Para un inmortal, para Vlad, el tiempo es una maldición. La percepción del tiempo para los vampiros es como la percepción de los niños, algo sin límite. Para los niños no tiene valor, para los vampiros es algo muy pesado.

Por fin por el Levante comienza a clarear el día. Los humanos sienten frío, los vampiros sienten calor.Es el momento de dormir. Un vuelo corto. Su ataúd está en una torre de huerta, un caserón de doscientos años en medio de una finca. La bodega resultó perfecta para su morada. Discreta y apartada. Se coló por la ventana y se tumbó.

No había comenzado su sueño cuando oyó ruidos. Alguien golpeaba repetidamente pero sin mucha fuerza el portón de entrada. Vlad fingió no oír. Los golpes siguieron. A lo lejos se oía una voz de mujer. Golpes y más golpes. El visitante no tenía intención de irse.

Vlad se levantó. Tocó el interruptor que a distancia abría la puerta. Miró quien entraba. Era una mujer joven. La puerta se cerró. Vlad se hizo humo  subió por una rendija del  techo y se ocultó en un armario. Desde que había abandonado la vida de los humanos había abandonado el cuidado de la torre. Todo estaba ordenado pero con descuido. Polvo y telarañas por todas partes.

“¿Hay alguien?” Era una mujer muy bonita. Unos treinta años. Un cuerpo deseable. Un rostro moreno con media melena y ojos negros. Vlad la espiaba desde su espalda. “Vlad sé que está usted viéndome. Vengo a proponerle un trato”. Un trato en su propia casa, no parecía un chantaje la voz no trataba de intimidar. “Un trato muy ventajoso para usted” Sabía su nombre. Un inmortal, un vampiro no tiene nada que negociar, pero un vampiro necesita el sigilo, el secreto para poder sobrevivir. Los días de un vampiro le hacen frágil. La mujer comenzó a desabotonarse la camisa. Se quitó el sostén. La curva sesgada de sus pechos era muy hermosa. Comenzó a bajarse los leggins. Cuando los tenía por los tobillos, Vlad desde atrás se presentó. “¿Qué trato me propones?” Sabía que era cruel tratar con alguien con los pantalones o los pantis en los tobillos. La mujer se incorporó. “Tome de mí lo que desee. Mi cuerpo o mi sangre, pero ayúdeme. Lo he perdido todo” La mujer se desmoronó, sintió vergüenza y  cruzó las manos sobre el pecho. “¿Por qué tendría que ayudarte?” “Por mi cuerpo o por mi sangre. Puedo hacer su vida más cómoda y le necesito. He rezado mucho a Dios y no me ha escuchado. He perdido mi trabajo. Voy a perder mi casa. Sin trabajo, sin casa perderé a mi hijo. Por eso acudo a usted”  “Estás loca” “Estoy desesperada” “ ¿Intentas que un vam… que yo me compadezca? ¡Vete! ¡No debiste haber venido! Cancerbero échala”.Comenzaron a oírse ladridos. La mujer se atemorizó. Cogió su ropa y corrió hacia la puerta. Se trastabilló con los leggings. Salió. Vlad se protegió del rayo de luz del sol de la mañana y volvió a la cripta. Le habían descubierto. No quería más sentimientos humanos. El amor había estado a punto de acabar con él ¿Compasión? Un vampiro no tiene compasión. Un vampiro no quiere almas. Pero le habían descubierto. Necesitaba una nueva guarida. Pero eso es otra historia.



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