domingo, 18 de marzo de 2012

ANEMIA DOS



Bordeando las doce de la noche el celador que custodiaba la puerta de acceso de urgencias de la Arrixaca pensó que se estaba resfriando al sentir un escalofrío en su espalda. No vio cómo una niebla se colaba por la rendija de la puerta corredera, giraba sobre sí misma y se perdía en un rincón. Del mismo lugar salió un hombre de mediana edad muy alto en un traje negro Armani.
 “Tarjeta sanitaria” “Estoy de paso””¿Nombre?””Vlad Tepes””Vlaad Teepes Equis. Rumano. Estuvo ya en urgencias. Tiene que acercarse a su centro de salud a hacerse la tarjeta sanitaria y que le corrijan lo de la edad Je je salen más de quinientos años” ”¿Abren de noche?” “Nooo” “Entonses impossiple” “Tire pa la sala de espera que ahora le llaman”.
“Vlad Tepes al uno” Entró“¿Qué le pasa?” “Estoy cansado crreo tenerr anemia” Le extrajeron un tubo de sangre levemente anaranjada y lo dejaron aislado por si era contagioso .
 Poco después llamó el hematólogo: la muestra casi no tenía glóbulos rojos.
 Esther nuestra residente dominicana escuchó la conversación y recordó lo que una semana antes le habían contado sus compañeras “El día de la desaparición de la sangre vino un señor igualito, pero de aspecto más mayor.” Vlad a pesar de que estaba a veinte metros la miró y los pensamientos de Esther se tornaron confusos. Esther comenzó a caminar con la mirada perdida hacia Vlad que ya comenzaba a salivar. “¿Esther estás bien?” Su compañero Daniel pensó que estaba mareada y la acompañó al estar. Vlad intentó intervenir el cerebro de Daniel, pero la sangre de la bolsa entró de nuevo en sus venas, el placer le detuvo.
Después del robo del banco de sangre y los tres pacientes anemizados se había hablado de vampiros en un comité de dirección. Se barajó entre risas y veras colocar ristras de ajo en cada una de las salas de urgencias y en el banco de sangre, pero no daría buena imagen ni cumpliría los estándar de calidad . Alguien habló de crucifijos, pero eso es imposible en un hospital laico.
 Una celadora un poco bruja sintió al maligno en Vlad y puso un crucifijo en la puerta del reconocimiento para impedir su salida. Cuando Vlad vio el crucifijo gritó, se tapó los ojos y exigió su retirada cuando ya empezaba a humear. El enfermero lo quitó diciendo que no era para tanto. La transfusión había terminado. Vlad salió airado con el alta y la cita de la colonoscopia en la mano. La celadora lo escoltó con una cabeza de ajo en el bolsillo. Vlad puso una reclamación en atención al usuario por lo del crucifijo. Dobló la esquina de salida y la celadora vio un ovillo de niebla y después un murciélago.
A la mañana siguiente el banco de sangre amaneció hecho un solar. Se corrió el rumor de que las protestas por los recortes habían llegado demasiado lejos. Otros culpaban a un grupo violento de testigos de Jehová. La reclamación del Vlad se contestó por escrito.

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